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La utopía en la obra de Juan José Tamayo

En estas horas en que se decide si Venezuela va a ser en el futuro signo de esperanza o retroceso a fracasos del siglo pasado, recogemos un libro de nuestro colaborador Juan José Tamayo, reseñada por una compañera suya de claustro, Ana de Miguel Álvarez, en el portal infoLibre.  Este libro concreto recoge el legado de todos los que se han organizado para ofrecer cambios reales y esperanza real a millones de personas prescindibles. AD.

¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías?
Juan José Tamayo

Biblioteca Nueva, Madrid 2018

Muchas veces he querido reseñar algún libro del profesor Juanjo Tamayo y al final siempre he retrocedido. Tal vez por pensar que la teología, aunque fuera la teología de la liberación  —una teología pluralista, una teología que mira hacia el sur y que sabe que todo norte tiene su sur— no formaba parte de mi área de investigación. Sin embargo, creo que la lectura de su última lección, una reflexión en torno a las utopías y las distopías, me abre una posibilidad de reflexionar sobre el conjunto de sus aportaciones. No sin antes aclarar que no es que este pensador de fondo haya pasado a otra dimensión, sino que después de muchos años de docencia universitaria ha sido nombrado profesor emérito.

Y este nombramiento se acompaña del ritual de una última clase, clase en que tus colegas y estudiantes te escuchan con más atención y cariño que de costumbre. Tal vez porque cada vez resuena más en nuestros oídos el run run de aquellos versos que aprendes en la infancia: “Despierte el alma dormida…”. O tal vez porque lo que está diciendo y escribiendo Tamayo interpela a nuestras inquietudes.

¿A qué inquietudes me refiero? En primer lugar habría que recordar que tras años de lucha por las 35 horas semanales no se sabe bien con qué tipo de entusiasmo —Zafra dixit— nos encontramos conectadas y trabajando a todas horas y, encima, sin llegar bien a todo. Todos tendemos a estar agotados por jornadas interminables, pero aún así leemos los periódicos y… parece que muchas de las noticias de los últimos años tienen que ser una pesadilla, no pueden ser verdad. Y tenemos ante nosotras un libro que se titula ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2018). Apenas lo abrimos nos dan ganas de responder afirmativamente. Sí, si esto era una lucha del bien contra el mal ya parece que apunta un ganador.

Pero la lectura de este libro nos va a ir situando en una respuesta muy distinta. Estas son algunas de las preguntas que cabe hacerse al hilo de su lectura: ¿Merece la pena luchar por un mundo mejor para todos? ¿Por dejar el mundo un poco mejor que lo encontramos? ¿Qué quiere decir eso y cuál es el camino? ¿Tiene sentido situar el concepto de utopía en el mismo centro de la filosofía política?

Estas preguntas siempre han tenido sentido, por ejemplo en aquel momento histórico en que se levantaron tantas voces en la teología a favor de cambios radicales en los países devastados por la desigualdad. El momento en que religión y revolución se dieron una cierta mano y se abrió una esperanza. Tenían sentido pero tal vez hoy no tanto. La teología de la liberación no está de moda o no está de moda en Europa. Las figuras carismáticas de aquella teología “dispuesta a echar su suerte por los pobres” y que fueron vilmente asesinados para que se callaran de una vez no tienen sus películas de éxito. Ni decenas de series como si las tienen los humanos, demasiado humanos narcotraficantes. Y sus conexiones con el poder en todas sus formas, sus asesinos.

Asesinos que hacen llegar muy bien al Estado y a las iglesias que el auténtico magisterio espiritual es el que enseña  que el único pecado real es el aborto. Que Dios puede comprender el sacrificio de aguantar la violación y el abuso por parte de tus familiares, de aguantar la violencia del esposo —ay, qué difíciles son los hombres, cuánto nos prueba Dios con ellos— pero el aborto, eso es pasaje al infierno. Y mira a las cárceles del Estado también.

La obra de Juanjo Tamayo no es de las que quedan afectadas por las modas intelectuales. Este libro concreto recoge el legado de todos los que han escrito, han clamado y se han organizado para ofrecer cambios reales y esperanza real a millones de personas prescindibles. De los que han optado por trabajar para hacer buena la demanda marxista de dejar de interpretar el mundo y luchar para transformarlo. Y para convencernos de que otra forma de sociedad es posible. La utopía como una de las mejores caminos para abordar las desigualdades y cuestionar el silencio que se quiere imponer sobre tantas y tantas maldades, dan ganas de decir.

Creo que el profesor Tamayo ha elegido el faro conceptual de la utopía porque es una voz que persevera en la crítica y la denuncia pero sin tratar de amargarnos la vida, porque el tono de la esperanza y de la perseverancia siempre tiene que destilar alegría. No tal vez esa  alegría optimista que dice “tranquilos, os he contado los desastres de mundo, pero con un poquito de buena voluntad esto lo arreglamos entre todas y todos”. No, no es esta alegría. Es otra. Tal vez la alegría y el optimismo de quien sabe que cuenta con un ejército para defender sus posiciones. Un ejército compuesto por tantas y tantas personas que se han plantado frente al poder. Y aquí es donde se hace fuerte el optimismo del profesor Tamayo. El libro puede entenderse como el rescate de muchas de las mejores mentes y acciones que nos han precedido. Y de sus ideas, claro. Dialogar con Pablo de Tarso, con Tomás Moro, Ernest Bloch, con Carlos París y Adela Cortina. Dialogar con un Desmond Tutu que sostiene: “Yo soy si tú también eres”.  Ojalá se enterasen todo tipo de abusones.

Recordar las ideas, actitudes y el trabajo de su padre. Leer y atender a  lo que han dicho y siguen diciendo aquéllos cuya mera existencia nos reconforta. Las personas que fueron coherentes, que sintieron que tenían que hacer algo, lo que fuera, cada uno lo que mejor se le dé. Y que si tal vez no se puede hablar de progreso lineal ni absoluto pero si se han ido superando muchos obstáculos. Este es el ejército que podemos decir capitanea en su obra Tamayo. Y por ello se siente optimista, porque es un ejército con las armas de la inteligencia y sobre todo que han optado por el bien. Para los más jóvenes: hay muchos héroes que por mucho que les hayan tentado no se han pasado al lado oscuro. Y se han dedicado a combatirlo. Tamayo se une a estos jedis, a la resistencia a un mundo que todo lo esconde bajo la alfombra del consumo, el placer y la libre elección y el consentimiento.

Hoy en día, como en cualquier tiempo pasado, hay que ser muy persistente para no darse a la propuesta moral epicúrea: alejarse de lo público y cultivar un jardín, un espacio propio abierto a pequeños placeres y grandes lecturas, grandes amistades. Tal vez se puedan conjugar lo público y el espacio propio invulnerable. La utopía que nos propone es una utopía no mitificada sino realista: la que es necesaria para dotar de sentido nuestro presente. La utopía es el horizonte regulador de la acción colectiva.

En el fondo casi todos luchamos por dejar el mundo mejor de lo que lo hemos encontrado, lo único intolerable es lo de quienes lo confunden con dejar su patrimonio mejor de lo que lo han encontrado. Y con esto termino, quien lea esta lección se dará cuenta de lo poco que abundan los reproches en los libros de Tamayo. Esta es parte de su luz. Para exponer tus argumentos no hace falta estar continuamente con el mantra de lo equivocados y lo mal que lo hacen los otros. En definitiva, si la esperanza es el motor, la persistencia es la gasolina. Igual ahora nos hace falta un buen mapa para el destino. El destino utopía.

_____

Ana de Miguel Álvarez es profesora titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

 

10 comentarios

  • M.Luisa

    ¡Muy buenos días! En el comentario de Oscar percibo  una pequeña trampa.

    Pues es precisamente  la miopía de las TOPÍAS   la que no nos deja ver las UTOPÍAS.

    En mi opinión el ejemplo que nos pone con la frase “Otra Iglesia es posible” no es correcto.

    Para entrar a comprender el problema que nos presenta  las Utopías, habría que invertir la frase  y  formularla desde la obertura misma que nos ofrece  el término  “posibilidad” y comenzarla  por ella:

    La posibilidad (real) de otra iglesia” pues es  la realidad utópica de las cosas y no el  sentido objetivo de ellas la que nos brinda la posibilidad de profundizarlas.

    Hablar de lo posible no deja de ser un mero ímpetu existencial como cuando aquí tantas veces   se ha hecho alusión a esta misma frase “Otra iglesia es posible” como nada más que un mero modo de hablar, porqué si no, pregunto ¿se han puesto o se están poniendo las condiciones par ello?

    Lo posible ahí bien puede estar enfocándose en dimensión meramente intencional, pero la Utopía no se apoya en objetos ideales pues la posibilidad de su realización es homogénea con la realidad.

    Por otro lado, no deja de sorprender que en el segundo apartado en donde Oscar nos invita a continuar la lista de iglesias actuantes posibles aquí las significa secularmente en minúsculas a diferencia de la que consta en la frase de referencia  que la escribe con mayúscula. Esto con más razón pone de manifiesto el sentido ideal que le asigna a la utopía. Sin embargo creo que  con lo explicado  puede comprenderse el valor que ella misma representa.

    Saludos!

  • oscar varela

    Hola!

    Convendría recordar que:

    las “utopías” y “dis-topías”

    no tienen más sentido que EN las TOPÍAS.

    (LUGARES donde vivimos)

    Acentuar la “u-topía”

    no deja ver la TOPÍA.

    ………………….

    Por ejemplo:

    “Otra Iglesia es posible”

    no deja ver

    la gran cantidad de “iglesias” actuantes

    (donde la gente se “re-unen” para hacer su vidas)

    * Su Casa familiar

    * Clubes Sociales y Deportivos,

    *Sociedades de Fomento,

    * Empresas de producción.

    * Centros de Estudios (colegios, profesorados, universidades).

    * Espectáculos públicos

    * Redes sociales

    * Partidos políticos

    ¿me ayudan a seguir la Lista?

  • ana rodrigo

     
    Poco que añadir a esta magnífica reseña de la profesora Ana de Miguel. Yo resaltaría dos frases suyas:
    La utopía es el horizonte regulador de la acción colectiva.”
     
    “quien lea esta lección se dará cuenta de lo poco que abundan los reproches en los libros de Tamayo. Esta es parte de su luz.”
     
    Y otra frase de María Luisa: “Renunciar a la Utopía es como contentarse con las situaciones”
     
    Yo podría decir muchas cosas sobre Juanjo después de más de 30 años de amistad. Destaco su persistencia. Juanjo, ha sido una punta de lanza en muchos temas y aspectos socio-religiosos, que en este momento nos parecen tan normales por su aceptación generalizada entre un amplio público y, sobre todo, porque nos parecen absolutamente necesarios, pero siempre se han conquistado luchando contra corriente, con muchas resistencias y hasta humillaciones (especialmente en el ámbito eclesiástico), pero él nunca se ha arredrado ante nada ni ante nadie.
     
    Ha sido un heterodoxo de todas las ortodoxias, y utópico imbatible al desaliento en el sentido positivo de la palabra.
     
    Juanjo es como ese halcón que desde la altura que le proporciona su inquietud, su intuición y su inteligencia, se ha adelantado a su tiempo y ha despertado tantas esperanzas dentro de esa utopía que él tanto ha cultivado, sostenida siempre en una esperanza activa.
     
    Hacen falta personas con este talante y esta dedicación para conquistar esos 100 metros de los que hablaba Galdeano en nuestro caminar
     

  • oscar varela

    Mucha UTOPÍA:

    ¿Cuántas NUECES?

  • M.Luisa

    Muy interesante la sumaria exposición  que la autora nos hace del libro del profesor Juan José Tamayo, el cual intuyo al igual como el que  de él también leí  tiempo atrás, el carácter emancipatorio y liberador de la Utopía.

    Renunciar a la Utopía es como contentarse  con  las situaciones  en  las que sin encontrarnos realmente con nosotros mismos permanecemos en ellas en un estado de satisfacción, es decir, de suficiencia existencial.

    Sin utopía se confunde el ser con el estar. Por lo que así circundantemente situados  nunca nos concederemos   la posibilidad de conocer nuestra propia capacidad de  alcance  ni tampoco, por supuesto, nos hallaremos  los seres humanos dispuestos ha abrirnos a la realidad dentro de la cual se engloban aquellas situaciones tan acomodaticias .   ¿No es esto lo típico del conservadurismo?

    La utopía  es el horizonte  en cuyo  proyecto  nos vamos  encontrando  con nosotros mismos. Ella, La utopía, en su alteridad, nos abre a la necesidad de    sobrepasar  ese nivel anímico del mero desear    y preguntarnos por la presencia  que lo ha hecho surgir.  Pudiera ser que ambos momentos,  fueran  consecuentemente  la plasmación de   una crisis,   por lo que entonces  es cuando  surge la imperiosa necesidad de modular  en  forma de esperanza aquel deseo. El deseo es nuestro pero la esperanza la trae el carácter utópico de la realidad.

     

    • Iñaki SS

      Hola M. Luisa
      Como verás, me he vuelto a enganchar con esta nueva lección. Vamos a ve si la he entendido.

      “En la realidad de cada uno subyace un carácter utópico que nos abre a un horizonte de esperanza. La utopía asoma en momentos de crisis en los que llegamos a preguntarnos el por qué de cualquiera de nuestros múltiples deseos. ¿Y de donde nacen semejantes preguntas? Nacen impulsadas por el dinamismo de nuestro SER, siempre vivo y superador del conservadurismo estático de nuestro ESTAR”.

      ¿Es algo así o la he liado?

      Saludos

      • M.Luisa

        Hola Iñaki! Haces un buen resumen de mi reflexión ¡Ojo reflexión sí, pero nunca lección, pues no pretendo tal cosa! En cualquier caso conociéndote bien como siempre ha sido mi pretensión, dudo en ti cualquier tipo de intencionalidad irónica.

        No es casual que, teniendo todavía frescos los diferentes entramados que nos fueron saliendo al paso durante el debate de si los seres humanos somos libres o no, ahora, frente a esta otra disyuntiva que nos plantea J.J.Tamayo “Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? nos podamos preguntar si ambas comparten aquellos mismos entramados.

        Teniendo esto en cuenta me viene a la memoria un subrayado de los muchos que hice al leer, también de JJ Tamayo su anterior libro, “La Utopía motor de la Historia” encontrando la frase subrayada muy significativa con respeto, precisamente, al emergentismo hablado en el citado hilo. La frase hace referencia a Ilia Prigogine, especialista en termodinámica que nos recordaba en ella que nada emerge de las aguas remansadas, que es necesario el encuentro, el calor, para que una reacción tenga lugar. Es necesario el amor, la alteridad, el ser “nosotros” sin cesar, para que surja al fin el manantial tan procurado, tan soñado. ¿No responde todo ello a tus preguntas?

        Pienso que el no lugar de la utopía tal vez resida en la actualización constante de nuestro “estar siendo” ¿será por eso que la Utopía da cantidad de nueces sin hacer nada de ruido?

      • Iñaki SS

        Puedes creerme, amiga M-Luisa, que tus reflexiones son, para mi, auténticas lecciones que me aclaran ideas, ayudándome a responder a buena parte de preguntas que me hago. Gracias, una vez más, por tu amabilidad y paciencia.

        Me quedo disfrutando de una de tus últimas frases: “Pienso que el no lugar de la utopia tal vez resida en la actualización constante de nuestro ESTAR SIENDO”.

  • Sobre la utopía la mejor forma de definirla se la oí a Eduardo Galeano, cuando en una conferencia en las preguntas, a un compañero de la mesa de presentación le preguntaron:¿Para que sirve la Utopía?.Y la respuesta le gustó tanto que la adoptó siempre.                                                                                                 -La utopía está en el horizonte. Cuando vas andando, si te acercas l00 metros, entonces el horizonte se aleja 100 metros, y así sigue alejándose a medida que te acercas. Por eso la utopía sirve para caminar.                                                                                                                                                      Por eso la distopía no es el horizonte, sino algo que uno diría, es volver la vista atrás, el desandar y,psicológicamente, es “intentar volver al seno materno”, es intentar encontrar el “paraíso perdido” ilusorio, fetal.

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