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El islam es paz, el cristianismo es paz, pero…

Pero la historia nos dice lo contrario, como ha ocurrido en los trágicos sucesos de Barcelona. Ciertas reflexiones de “primeros espadas” en Atrio y en otros medios han sido acertadas, ecuánimes y luminosas, pero, a mi modo de ver, no han ido a la raíz del problema, que existe y ha existido. Se suele decir que las religiones monoteístas, sobre todo las del Libro, generan violencia; violencia que, por otra parte, no pertenece a su esencia, a su raíz más profunda, pero que el “hombre religioso” (el sacerdote, el imán, el rabino) incita a esa violencia, sea letal o no, a partir de una hermenéutica de determinados textos del Libro, textos que desde una exégesis literal pueden llevar a la violencia. No hay que olvidar, como repetía E. Schillebeeckx, que la Biblia (o el Corán) es palabra humana sobre Dios y éste es su verdadero contexto de exégesis.

Es cierto que hay textos bíblicos, supongo que también coránicos, que se refieren a la violencia del creyente contra los gentiles o incrédulos como el del salmo 149: “Que los fieles festejen su gloria/… con vítores a Dios en la boca/ y espadas de dos filos en las manos:/ para tomar venganza de los pueblos/ y aplicar el castigo a las naciones,/… Ejecutar la sentencia dictada/ es un honor para todos sus fieles”; salmo que se canta o recita en los laudes del domingo de la primera semana del salterio o en las festividades, según la liturgia de las horas. Y que, a lo largo de la historia, presente o pasada, ha provocado guerras o violencia atroces. Bernardo de Claraval, en su predicación para reclutar gentes para las “santas cruzadas”, argumentaba, entre otros razonamientos, que matar al malhechor no es un homicidio, sino un “malicidio” y, por eso, es bueno, porque, entre otras cosas, con la muerte del malvado se evita que el mal se extienda por el mundo; o lo que es lo mismo, de este modo hay un malvado menos. Así también lo entendió G. Bush en sus diferentes guerras con países islámicos mediante una iluminación divina: “Dios me ha dicho: George, ve y lucha contra esos terroristas de Afganistán; y yo lo hice. Y Dios me dijo: George, pon fin a la tiranía de Irak; y yo lo hice”. No menos a la zaga se queda B. Obama cuando anuncia al país la muerte de Bin Laden: “Volvemos a recordar que EEUU puede hacer lo que se proponga…, somos una nación, bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”.

Sin duda esta actitud violenta de algunos creyentes puede derivarse de múltiples causas, pero me parece que las más relevantes se pueden resumir en éstas:

  1. Menos teología y más ética. Me refiero a la teología tradicional, no a la marginada teología de la liberación. Una teología, que se sube al cielo y desde allí busca la verdad, desemboca en el dogma, una verdad divina, es decir, una verdad descontextualizada y no pragmática, que no sirve para orientar la conducta cívica y social, como lo hace la ética. Jesús de Nazaret basa su programa espiritual en la ética y no en verdades dogmáticas: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el evangelio” (Mt 11,11), siendo más explícito en las bienaventuranzas. Su teología es más ética que teología, porque ésta es “la reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la Palabra” (G. Gutiérrez) o “es inseparablemente una hermenéutica de la palabra de Dios y una hermenéutica de la existencia humana” (Cl. Geffré). Dios, insistía Unamuno, no es un por qué, si no un para qué. Éste es el terreno de actuación de la ética en el que debe coincidir la teología. Una teología, que no se mueva en el terreno de la ética, en la reflexión crítica de la praxis histórica, se traduce en normas asfixiantes para la mujer y el hombre y no en felicidad y esperanza.
  2. Menos normas y más espiritualidad. Esa verdad “divina” hallada por la teología se concreta en diferentes normas también “divinas”, inamovibles en el tiempo y en el espacio. La norma es el lenguaje del clérigo, del imán o del rabino, y como “verdaderos representantes de Dios” (así se llaman) en la tierra y pastores del rebaño, la imponen a sus “ovejas”, que han de cumplirla a rajatabla. ¿Dónde está la libertad del creyente para relacionarse con Dios y sentirse verdaderamente religado al Tú Trascendente? Jesús de Nazaret, cuando se encuentra con la samaritana, le señala un camino sorprendente de la relación con Dios: “… pero llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca” (Jn 4,23). Nunca entendí la obligatoriedad de los cinco mandamientos de la Iglesia. ¿Dónde está la libertad de la fe que proclama Jesús en su diálogo con la samaritana? Tal vez JJ. Tamayo nos da la clave: “Encontrar a Dios en el alma sin intermediarios: ése es el objetivo último y el momento cumbre de la experiencia mística”
  3. Menos sacrificios y más misericordia. Sin duda el núcleo de la Cristología tradicional gira en torno al sacrificio, a la pasión y muerte de Cristo, siguiendo la teología de Pablo de Tarso. De ahí que la vida del cristiano ha de ser vida sacrificada, de inmolación continua para coadyuvar con el sacrificio de Cristo a la salvación de la humanidad. La razón de la existencia humana de Cristo, según la teología vigente, no es otra que la del sacrificio, su inmolación en la cruz, como una especia de venganza divina. Ahí está el grito agustiniano que recoge la liturgia de la noche pascual: “¡Oh culpa tan dichosa, que mereció a tal Redentor”! No es de extrañar que, en los movimientos revolucionarios, utópicos del s. XIX, se tomara la religión, la cristiana es el modelo para estos pensadores, como “opio del pueblo” (K. Marx) o como algo “cruel” por estar basada de manera especial en la idea de sacrificio (M. Bakunin).

Sin embargo, estos pensadores idealizan la figura de Jesús de Nazaret por ser “el predicador del pueblo pobre, el amigo, el consolador de los miserables, de los ignorantes, de los esclavos y de las mujeres” (M. Bakunin). No de otro modo lo recuerda A. Machado: “¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos,/siempre con sangre en las manos,/siempre por desenclavar!/¡Cantar del pueblo andaluz,/que todas las primaveras/anda pidiendo escaleras/para subir a la cruz!/¡Cantar de la tierra mía,/que echa flores/al Jesús de la agonía,/que es la fe de mis mayores!/¡Oh, no eres tú mi cantar!/¡No puedo cantar, ni quiero,/a ese Jesús del madero,/sino al que anduvo en el mar!” Es el Jesús que ama la vida y no el sufrimiento, que prefiere la misericordia al sacrificio: “Si entendierais qué significa ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los inocentes” (Mt 12, 7).

  1. Menos poder y más servicio y acogida. La religión se constituye en una fortaleza de poder, defendida por clérigos, imanes, rabinos. Poder que se contagia de otros poderes sociales como el económico y el político. No en vano escribe E, Schilebeeckx que “La Iglesia es, en efecto, un aparato ideológico que acompaña de hecho al orden establecido, por así decir prestándole cobijo”. A la jerarquía de la Iglesia, al menos en su mayoría, no le asusta el poder; por el contrario, le atrae gustosamente, como ha denunciado con cierta frecuencia el papa Francisco. No le preocupa ni le inquieta aquello del evangelio de si uno quiere ser el primero, que sea el último, o que “lave los pies” a los demás. Al vivir en esta atalaya, la Iglesia institucional se desconecta de la vida sufriente de la comunidad eclesial y del ser humano; desaparece así el servicio y la acogida, tan necesarios para aliviar a los desvalidos. El poder impone reglas y no educa para la libertad, más bien pone trabas al creyente para que conozca “al Dios liberador en la praxis de liberación, al Dios bueno en la praxis de la bondad y de la misericordia” (J. Sobrino).

No me atrevo a proponer unas conclusiones de esta reflexión; las dejo en mano del lector comprensivo y benévolo.

12 comentarios

  • Antonio Gil de Zúñiga

    Luis Troyano, es una buena conclusión la que haces: “me vale todo lo que me transforme a mejor”. Otro gallo nos cantaría si partiéramos de este axioma, se busque en la Biblia, en el Zen o donde sea.

  • No me atrevo a proponer unas conclusiones de esta reflexión; las dejo en mano del lector comprensivo y benévolo.

    En general me gusta tu articulo, rezumando saber.

    ¿Que conclusiones saco?.

    Que basándose en los libros religiosos, como dices. Recopilaciones hechas por hombres. Cada cual puede hacer maravillas “legitimas”. Para bien o para mal. “La letra mata”. Dios no es una mariposa pinchada de un alfiler. Es una mariposa viva. La letra puede inspirarnos a obrar, de modo  mas lucido, o menos lucido.

    Pero la letra es algo exterior, ante lo que reaccionamos. Con lo que llevamos dentro.

    Eso es lo importante. Lo que llevamos dentro. Y Para transformarnos a mejor, No valen palabras. Vale practica espiritualizante. Tecnología transformativa.

    Yo la he buscado en Oriente, con el Zen. Pero me vale todo lo que me transforme a mejor. Lo que haga que mi vibración evolutiva, sea alta.

    Entonces, leeré la Biblia, y extraeré un destilado bueno. Y los disparates que también dice. Pues me resbalaran.

    Una persona primitiva. quizá saque un destilado toxico. O embriagante….

    Las enseñanzas sublimes,gnósticas de gnosis, que contiene la biblia. Están muy lejos de según quien. Las oye del clérigo. Pero se quedan ahí. Esta persona primitiva, a lo máximo. Se limitará a una practica religiosa, que no espiritual. Basándose en una tradición. Hoy ya esclerotizada y hasta muerta. Después del paso de los siglos por ella. Como son las tradiciones de las tres religiones del Libro.

    ¿Religioso igual a primitivo?. No, para un musulmán Sufi, o un practicante de la Kabala. Pero al menos los que se quedan con la cascara, lo exotérico. Está engañados y extraviados. Por los clérigos, que se erigen en intermediarios de Dios. Quizá para medrar, y para satisfacer su yo pequeño. En su “importante” papel de pastor de la grey. Y “representante de Dios”.

    Es mas refrescante, ser espiritual, por libre. como digo. Siguiendo una tecnología transformadora. Y después “agarraremos” la Biblia, y diremos. Ahí, “Dios” tiene razón. Ahí, se equivoca……….

    (Bueno, ya está bien. Que tarde es. Mis tres gatos duermen felices. Y yo, sin sueño…..)

  • olga larrazabal

    De lo comentado recojo las siguientes ideas:  La tendencia a la violencia es humana, y por lo tanto se expresa en todos los ámbitos de la cultura.  Y yo añadiría que incluso la cultura la ampara, la patrocina y la estimula.

    El discurso cristiano le baja el tono a la violencia, pero no la condena totalmente.  Es más, aporta como columna vertebral los relatos de la historia de un pueblo que produjo el concepto de Dios único, pero que no predicaba ni la paz ni la no violencia y que está escrito en la Edad de Hierro, hace 2500 años atrás, período extremadamente violento.

    Jesús tiene un discurso no violento, que aparentemente no fue entendido completamente por sus seguidores que andaban con espadas, por lo que en la Iglesia siguió reinando la violencia y la no condenación de las guerras. Y con el tiempo se convirtió en rector moral de la sociedad aplicando la violencia en sus castigos y justificando las guerras.

    El resultado es que no hemos avanzado mucho, y los Derechos Humanos han sido reivindicados por movimientos no religiosos. Y las guerras siguen rampantes en el mundo cristiano, ya que siguen siendo un buen negocio.

    En resumen, las religiones no se han preocupado del tema, ni siquiera han dudado respecto al tema. Por lo que deduzco que la cosa no va por la predicación,ni la creencia en Dios, sino que es más compleja, y va por el lado del manejo de las emociones e impulsos, tema de la Psicología y la Neurobiología.

    Pero aún y así, la religión podría ponerle un poco más de empeño en condenar las guerras y abusos contra los más débiles, sean países o personas, y no caer en la tentación de ser parte de los ejércitos, ni de los que codician los bienes del prójimo, ni de los que condenan al prójimo al sufrimiento.

    Incluso podrían ayudar a financiar estudios sobre el comportamiento humano, viendo que situaciones son las que crean espirales de violencia, cual es el efecto de los medios de comunicación sobre la violencia, cuales son las situaciones de violencia estructural que están en nuestras narices y de tan familiares, no nos percatamos de la violencia ejercida.

     

     

  • M.Luisa

    Recogiendo un poco lo dicho  en mi comentario anterior  no es difícil ver que  planteado  así el problema, es decir,  no desde una hermenéutica interpretativa de los textos bíblicos sino enfocándolo desde su vertiente más física o biológica,  ese control  que decía de las tendencias naturales es lo que pasó  a ser  dominio de las  religiones cuya intención y  destino  era hacerlas desaparecer,  con lo cual toda  su sistematización operativa quedó en manos sólo de la mente dominante.

    En cambio,  si consideramos la estructura  de la voluntad tendente en toda su globalidad aquel momento de tendencia natural  se conserva, está siempre en la base,   sólo cambia  el “modo” de habérselas el     humano con aquello a que se tiende.

     

  • M.Luisa

    El hecho de la violencia en los seres humanos  es algo indiscutible, la historia así  nos lo muestra, pero esto no quiere decir que la violencia  forme parte constitutiva de la realidad humana.

    En cuanto a tendencia la violencia no es algo querido sino algo determinado por los impulsos que en su inconclusión dirigen el acto libre volente.    Sin tendencias, sin impulsos,  no habría voluntad, pero lo propio de la acción humana  desde el punto de vista de la voluntad es precisamente el control de sus impulsos.

  • Antonio Gil de Zúñiga

    La tendencia a la violencia es humana y no religioso o ética”, termina Rodrigo Olvera su acertado comentario. Es un hecho que está ahí. G. Bernanos nos recuerda que en su Bajo el sol de satán que en nuestro interior hemos de librar la batalla contra el mal. Y aquí es donde debe intervenir la religión: ofrecer los mecanismos oportunos para erradicar esa tendencia y no echar más leña al fuego. Lo recuerda muy bien Antonio Rejas en su comentario con las palabras de Jesús de Nazaret: “amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mt 5: 38-48).

  • Antonio Rejas

    “Se suele decir que las religiones monoteistas, sobre todo las del libro, generan violencia”  y es verdad porque percibimos que así ha sido a lo largo de la historia y más recientemente ¿No fue violencia la actitud del Vaticano con la teología de la liberación? ¿No es violencia imponer un tiempo de silencio contra su voluntad a un teólogo de la liberación?

    La adhesión a la doctrina del judaismo, cristianismo o del islam no debería ser causa de violencia porque su esencia y finalidad última es la paz. Lo que produce violencia es la interpretación ad pedem litterae que han hecho y siguen haciendo algunos de sus predicadores. Jesús abolió con su mensaje de paz y amor cualquier texto anterior contrario a su enseñanza. Así lo dice él mismo al sustituir la Ley del Talión por “amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mt 5: 38-48).

    Pienso, como Gil de Zúñiga, que es necesario aumentar en la práctica diaria la dosis de ética, espiritualidad, misericordia (ésta es una positiva obsesión de Francisco), servicio y acogida porque “la supervivencia es impolsible sin una ética mundial” (Hans Küng), porque es necesario “encontrar a Dios sin intermediarios”, pues no hay “verdaderos representantes de Dios” ya que todos somos ovejas (también los obispos) apacentadas por el único Pastor (Jesús para los cristianos), porque “misericordia quiero y no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Oseas 6: 6-7).

    Soy incapaz de entender la inmolación de Jesús en la cruz para redimir a la humanidad ¿De qué? pues sigue siendo tan pecadora o más que antes de su sacrificio. No es posible comprender que el Padre, absoluta bondad, exigiera a Jesús su autoinmolación.

    Menos poderío en la Iglesia y que el servicio y la acogida sea la seña de identidad de todos los seguidores de Jesús, independientemente del grado de responsabilidad que ostente en la comunidad.

    Como dice Rodrigo Olvera, en los libros “sagrados” (las comillas son mías) de las tres religiones hay textos que llevan a la violencia, como se lee en el salmo 149 indicado en el artículo.

  • Gonzalo Hsya

    De acuerdo. Muy bien expresado y resumid

  • Isidoro García

    Rodrigo, al final de su comentario dice: “la tendencia a la violencia es humana y no religioso o ética. Tan humana, que por ello encuentra manifestación tanto en el ámbito religioso como en el ético o en el ideológico.   

            Lo importante es cuestionarse qué mecanismos existen en las prácticas religiosas, éticas o ideológicas, que ayuden a lidiar de mejor manera con nuestra tendencia humana a la violencia”.

     

    Yo creo que esa es la clave. Las religiones no son violentas, sino que las usan los violentos para autojustificarse a sí mismos.

    La mente humana es una constante batalla entre nuestras pulsiones subconscientes, y la mente consciente, (la  conciencia ética tradicional o superyo, instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica). Y este superyó, , casi siempre gana, unas veces para bien y otras para mal.

    Unas veces consigue dominar las pulsiones subconscientes y frenarlas, y cumplir su ideal moral personal, pero cuando no puede hacerlo, tergiversa los razonamientos, con razones delirantes, o borra temas de la memoria, o hace lo que sea, para evitarse la angustia de los remordimientos y la baja autoestima, de sentirse una mala persona.

    Cuando se hacían los progromos contra los judíos, nadie en su sano juicio iba a pensar que era por su religión. Era por la xenofobia ancestral ante extranjeros que no se integraban, y por envidia hacia su superior nivel cultural y económico, lo que pasa es que eso no se podía autoreconocer y el asunto entonces era que “los judíos habían matado a Cristo”.

    Yo no creo que ningún terrorista árabe mate europeos o americanos, de pura religiosidad, porque lo mandaba Mahoma en un texto. Lo que pasa es que una vez adoctrinados por alguien, (por razones políticas), con el odio a Occidente, (que ellos mismos ven que no los trata tan mal, -ninguno se queda en Marruecos cuando van de visita), luego se autojustifican con el tema religioso.

    Porque ellos mismos inconscientemente sienten que asesinar a diestro y siniestro, a niños, mayores e incluso si pilla hasta a mahometanos), es una aberración psicológica personal, (excepto la excepción de los que sean de naturaleza psicópatas, que los habrá, aunque serán una minoría).

    El problema está en odio, que es una gran fuente de energía psíquica, (elan vital), precisa para vivir, y que por ello es adictivo, como una droga, y especialmente cuando el individuo, al pasar alguna crisis personal de las muchas de su vida, tiene tendencias depresivas y de baja autoestima.

    El odio, les proporciona un culpable de sus problemas, (lo sea o no, y lo sea parcialmente o lo sea fuertemente), y les proporciona una gran energía para vengarse. Luego lo de la religión, es el autoengaño, para no autoreconocerse como los pobres alienados que en realidad son.

  • mª pilar

    Cierto Rodrigo:

    Cuando aceptemos y comprendamos… que los libros llamados “sagrados” están escritos por hombres, entonces asumiremos como nos dice Rodrigo, que el mal, está incrustado en el ser humano, y solo si él lo decide, puede cambiar su mirada y hacer de su vida:

    ¡Un remanso de paz, justicia, amor, solidaridad y buen hacer!

    pili-mª  ìlar

     

  • Rodrigo Olvera

    Dices Antonio “… textos que desde una exégesis literal pueden llevar a la violencia“.

    Comparto que aquí está uno de los nudos centrales del tema.

    Pero es que el problema no está – como parece en muchos discursos aquí en ATRIO- en la adopción de una exégesis literal; sino que radica en que en los libros sagrados de las tres religiones hay textos que llevan a la violencia y se requiere hacer malabarismos hemenéuticos para “desactivarlos”.

    Resultando que como estos libros de siglos de antigüedad incluyen textos inaceptables para la conciencia social de hoy (incluyendo el pacifismo), se les hace que digan otra cosa a lo que dice su texto, para poder evitar así desecharlos. Me parece entendible el mecanismo, pero tiene un costo: que se le sigue otorgando valor social a libros cuyos textos incitan a la violencia a toda persona que no haga el mismo malabarismo hermenéutico para que no diga lo que sí dice.

    Y no se me comprenda mal. Prefiero mil veces que se recurra a esos libros desde estos malabarismos hermenéuticos que descativen sus textos más inaceptables, a que se siga recurriendo a ellos desde lo que dicen sus textos. Pero no nos engañemos, como si quienes los escribieron redactaron un texto (hoy inaceptable) realmente queriendo decir otra cosa (aceptable para hoy). No; quienes redactaron esos textos tuvieron la intención de escribir lo que textualmente escribieron.

    Así, por hablar de la(s) Biblia(s) cristiana(s): hasta su personaje más libre de violencia recurre a la violencia física en la narración de la expulsión de los comerciantes. Se pueden hacer muchos malabares hermenéuticos, pero al final de cuentas (tanto si se piensa que la narración describe un acontecimiento realmente ocurrido o si se piensa que es una descripicón de teología simbólica) ni la figura de Jesús se libra de cometer violencia contra otras personas motivado por sus convicciones.

     

    Termino aclarando que considero que la tendencia a la violencia es humana y no religioso o ética. Tan humana, que por ello encuentra manifestación tanto en el ámbito religioso como en el ético o en el ideológico. Lo importante es cuestionarse qué mecanismos existen en las prácticas religiosas, éticas o ideológicas, que ayuden a lidiar de mejor manera con nuestra tendencia humana a la violencia.

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