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Ser cristiano… significa estar en camino

HayaLa revista IGLESIA VIVA dedica su nº 262, correspondiente al segundo trimestre de este año, al tema “Evangelio y familia” como reflexión ante el Sínodo que se va celebrar el próximo octubre.

Dos documentos antagónicos

Dos documentos de obispos muestran claramente las dos posiciones antagónicas que se extienden por toda la Iglesia. El primero es “La Filial súplica a Su Santidad”, que responde a iniciativa del cardenal Burke a todos los católicos y que ha sido firmada por casi 300.000 personas; el segundo es la Respuesta de la Conferencia Episcopal alemana al cuestionario redactado por la Secretaría del Sínodo.

Lo significativo de estos dos documentos es que corresponden a dos interpretaciones del cristianismo. El primero refleja la concepción metafísica, estática, inalterable, en que se basa la teología dogmática y que ha ido imponiendo a la pastoral sus consecuencias lógicas. Su preocupación es “sacar a luz la verdad sobre el matrimonio” y “no disociar la práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios”.

Recuerdo que un profesor de teología al leer una decisión que había emitido la Sagrada Congregación de Ritos comentó con todo aplomo: “pues lo siento por la Sagrada Congregación de Ritos”. Si la decisión no estaba de acuerdo con las conclusiones de su teología dogmática, la sagrada Congregación de Ritos se equivocaba. La teología no podía aprender de la práctica pastoral. La teología ya estaba totalmente cristalizada, y la pastoral no podía modificar lo más mínimo.

La extensa respuesta de la Conferencia episcopal muestra una mentalidad más histórica; parte de la realidad social para analizarla a la luz del evangelio, es decir, a la luz de las reacciones de Jesús ante las situaciones de las personas que iba encontrando. Su idea directriz es el amor y la misericordia: “Las ideas e imágenes bíblicas de un dios preocupado por el ser humano… que ama incondicionalmente a los hombres independientemente de sus méritos, liberan a las parejas de ideales de perfección desmesurados…”.

No puedo mencionar aquí los matices con los que esta Conferencia episcopal expone “el desafío de volver a analizar la relación entre las normas objetivas… y las convicciones subjetivas de los fieles”. Vale la pena leerla con atención y reflexionar sobre sus explicaciones.

  • El fondo de la cuestión

Mi reflexión se centra en la frase con la que he titulado este comentario: “Se debe desarrollar una pastoral que subraye que ser cristiano, especialmente en el ámbito matrimonial y familiar, significa estar en camino”· Creo que esta idea supera el tema del Sínodo y es aplicable a toda una visión del cristianismo.

La teología nos ha acostumbrado a considerar nuestras creencias como criterio absoluto que establece un juicio tajante entre lo verdadero o lo falso, el estado de gracia o de pecado, la salvación o la condenación, los “sacramentos de muertos” (para perdonar los pecados y restituir el estado de gracia) y los “sacramentos de vivos” (para los que ya están en el estado de gracia).

Al proclamar el Reino de Dios, Jesús no separaba tajantemente entre buenos y malos; eso, si acaso, se quedará para el último día. Nosotros no sabemos distinguir entre el trigo y la cizaña. Ya dice el refrán “ni son todos los que están, ni están todos los que son”. Jesús reconoce la presencia del Reino en la humildad y en la confianza de los débiles, en la mujer cananea, en la hemorroísa, en el centurión romano, en el geraseno, en cualquiera que da de comer al hambriento. A ninguno de ellos le somete a una enseñanza sobre las nuevas verdades, ni a nuevos ritos o preceptos. Los buenos o malos actos salen del corazón, sea de los judíos o de los gentiles.

El Reino de Dios no es cuestión de todo o nada; es un camino, una actitud, un amor que progresa. El joven que cumplía la Ley “no estaba lejos del reino”. Los ricos no pueden pasar por el ojo de la aguja; “entonces ¿quién podrá salvarse?… Para los hombres es imposible pero todo es posible para Dios” (Mc 10,24-27). Jesús afirma que los ricos contradicen el espíritu del Reino; los discípulos sacan la consecuencia de que no pueden salvarse; Jesús cuestiona esas tajantes conclusiones apelando a la misericordia de Dios. La vara de medir del Reino no es la verdad, ni la justicia, sino el amor y la misericordia.

Seamos realistas. El Reino de Dios era la propuesta de un Jesús itinerante, de un sembrador de fraternidad. El cristianismo es una forma de proclamar y facilitar la realización del Reino; no es un Movimiento sino una religión organizada, una religión de comunidades sedentarias, como el judaísmo, como toda religión. Y una religión tiene que mantener la coherencia de sus comunidades mediante una doctrina, unos preceptos y unos ritos.

Jesús no rechazó la práctica de su religión judía pero condenó claramente las desviaciones y las traiciones de muchas de esas prácticas respecto al espíritu de amor y misericordia que debían constituir su esencia.

Si el cristianismo quiere seguir el espíritu de Jesús tiene que reconocer que sus doctrinas, preceptos y ritos, como el sábado, son para el hombre, para ayudarle a crecer en el amor y solidaridad, no para cerrarle las puertas, ni para apagar la mecha que humea. Éste debe ser el principio que oriente el Sínodo.

  • La difícil tarea del Sínodo

Y volviendo al Sínodo, comprendo que tiene la difícil tarea de mantener la unidad y la coherencia entre situaciones que se contradicen; por una parte tiene que mantener la coherencia de una doctrina y unos comportamientos; por otra parte tiene que reconocer y alentar el destello del Reino en cualquier acto de amor y solidaridad, frecuentemente más válidos que las prácticas establecidas.

No hay una solución clara para las situaciones que se están planteando sobre el divorcio y la homosexualidad. Hay que buscarla con un espíritu de humildad y fraternidad, de comprensión mutua. Creo que la mayor dificultad, que será difícil superar, está precisamente en la interpretación del cristianismo con una mentalidad metafísica y estática o con una mentalidad histórica, que reconoce nuestra progresiva comprensión del proyecto de Dios. Por eso me ha llamado especialmente la atención la frase de la Conferencia episcopal alemana con la que he titulado estas reflexiones.

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