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Sexo, género y emancipación

antonioLa aplastante aprobación (68 a 32%) del matrimonio homosexual por el “católico” pueblo irlandés fue considerada por el Vaticano como “una derrota para la humanidad”.  ¿Y qué dirán de la más histórica aprobación del mismo tipo de matrimonio por el Tribunal Supremo de Estados Unidos? ¿Se debió esta decisión de una corte de 6 hombres y 3 mujeres, con una media de 69 años de edad, al mal precedente que introdujo, hace 10 años, el demonizado socialista español  Zapatero?

Pero lo más grave es que el mismo papa Francisco, con posturas tan valientes y claras al criticar el orden establecido en la economía mundial, siga haciendo referencias a la maléfica “ideología de género” que, según ha dicho en los últimos meses “crea tanta confusión” y cuestiona “la complementariedad del hombre y la mujer, vértice de la creación divina”.

¿De qué se trata cuando los obispos y el mismo papa hablan de ideología de género como si se tratara del peor enemigo de la familia? Si lo acontecido en Irlanda y en EEUU ha sido acogido en las calles del mundo entero con general alegría, porque permite a muchas personas que hasta hora debían ocultarse por miedo, permite realizar sus vidas con amor en libertad, ¿es que los obispos temen la libertad y al amor? ¿Es que los que se alegran de esos cambios legales, que permiten pero no obligan, son únicamente miembros del todopoderoso lobby gay, con el propósito de destruir el “orden natural”? No. Doy fe que Muchas personas que se alegran por esos avances son personas sencillas, heterosexuales y cristianos samaritanos.

En el mes de febrero el papa recibió carta confidencial de una persona que había cambiado de sexo, en la que le exponía los sufrimientos que le habían acompañado hasta ahora que estaba felizmente casado. Francisco le llamó para que fuera a verle con su pareja. ¿No se le plantó alguien impidiéndola entrar, porque ese era un caso típico de lo que fomenta la maléfica “ideología de género”? Francisco supo ver a la persona, lo mismo que estoy seguro que hubiera aceptado a la persona de Pedro Zerolo. Pero sigue manteniendo ese latiguillo contra las reformas en las costumbres y en las leyes que, por misericordia a tantos que sufren, quiere introducir el movimiento LGTB. Y a veces esa “acepción de personas”, ese temor al qué dirán los santones fariseos actuales, la que le lleva a no dar la venia a un excelente embajador que le propone el gobierno francés. Un hombre capaz, excelente persona, recomendado incluso por la jerarquía francesa, pero homosexual y casado con otro hombre. Hasta ahí no llega Francisco, o por no querer o por no poder. Y no sé qué es peor.

Por eso conviene que aclaremos a qué se refieren ellos (los que rodean al papa y copan aún el Vaticano) cuando se refieren a “ideología de género”. Ese término que no está en los textos de sociología o antropología serios, tiene un origen muy concreto en los círculos católicos conservadores que defendían su modelo único de familia  contra el ataque del matrimonio homosexual. Y uno de sus protagonistas más importantes fue el español Benigno Blanco, Miembro de la Pontificia Academia Pro-Vida. A partir de 2011 fue repitiendo su arengas mendazmente simplificadoras y simplonas, por más autores referencias en inglés que introduzca (véase you-tube de febrero de 2011, como ejemplo), por muchos sitios, tanto en España como en Italia y en Latinoamérica.

Hay constancia de que fue Benigno quien promovió en 2010 las manifestaciones de Buenos Aires contra el matrimonio homosexual (él había organizado las celebradas con muchos obispos en Madrid).En Argentina lepoyaba el cardenal Bergoglio (ver Pagina12 de julio de 2010).

En esta campaña, que se unía mucho a la de los principios innegociables de Benedicto XVI, se utiliza la técnica de demonizar una etiqueta a la que se hace responsable de todas las tragedias y aberraciones que aparecen en la historia.

Lo mismo que se empleó el término “socialista” e “ideología marxista” para desautorizar cualquier movimiento de lucha social, se emplea ahora el término “ideología de género” para tachar de demoniaco y antinatural cualquier reivindicación feminista o de libertad en la práctica de la conyugalidad y los derechos reproductivos.

El querer unir en una etiqueta de “ideología” muchas reivindicaciones que nacen de una constatación de realidades injustas, no de unos principios teóricos, es una estrategia conservadora que tiene sus precedentes en lo que sucedió hace más de un siglo  para defenderse de quienes reivindicaban justicia social frente a injusticias estructurales de la sociedad. El análisis de la realidad y los movimientos sindicales y políticos que luchaban por una sociedad más justa nacieron en el siglo XIX mucho antes de que surgiera lo que fue el socialismo científico y la teoría del materialismo dialéctico. Pero, sobre todo tras la revolución rusa y la guerra fría, cualquier movimiento o método de liberación o justicia social, aunque surgiera a miles de kilómetros de Moscú, ya era tachado de pertenecer a la “ideología socialista” y, por tanto, al materialismo ateo. ¡Y cómo pesa aún esta descalificación de estar imbuido por esa “ideología” sobre cualquier movimiento de emancipación por más auténtica y desideologizada que sea su crítica a una realidad opresora! Menos mal que algunos obispos como Casaldáliga proclamaron que, dado el uso actual de los términos, él se proclamaba socialista y que el actual papa se haya reído de quienes le llaman comunista… Solo así se va desmontando el “ogro del socialismo”.

Pero ya en este siglo, cuando algunos conservadores vieron a donde podrían llevarnos las reivindicaciones feministas y de los grupos LGTB, en vez de discutir sobre la justicia de cada una de las reivindicaciones, queriendo disimular que en el fondo seguían adheridos a una ideología patriarcalista y homófoba, que desde milenios estaba impregnando la cultura, descubrieron que, como en la lucha social, era más fácil atribuir todo movimiento reivindicativo a una oculta y antirreligiosa amenaza. E inventaron la llamada “ideología de género” que fue penetrando en las esferas eclesiásticas españolas y también en las italianas donde siempre (no sé por qué) se pone el nombre inglés: “gender ideología”. Hoy, llega a decir Benigno Blanco en sus escritos y conferencias, es más dañina la ideología de género (que él hace nacer de Simone de Beauvoir) que la ideología marxista.

En el grupo de análisis que es Iglesia Viva nos dimos cuenta de que esto empezaba a ocurrir. Y ya en 2009 elaboramos una reflexión sobre ello que se prolongó en 2010 con otro número, más profundo aún, sobre el mismo tema.

Al pedir que en ATRIO se reflexione más sobre este tema, no se me ocurre más que invitar a leer estos dos números monográficos. En este momento no puedo recoger y sintetizar todo lo que allí se dice sobre sexo y género, sobre política y religiones, sobre diferencia e igualdad, sobre anatomía y fisiología por una parte (con sus casos peculiares y enigmas) y psicología y cultura por otra.

A medida que cada uno vaya leyendo este material, podrá aportar lo esencial al diálogo y podremos discutir y aclararnos. Como siempre sin ser simplistas ni fundamentalistas en ninguna polaridad, sino rigurosos en el análisis de los hechos y con la capacidad crítica para innovar y liberar sin perder el sentido común.

Estos son los números de Iglesia Viva a que me refiero:

Al final, pensaba redactar en unas breves líneas mi pensamiento sobre lo que es verdadera emancipación humana tanto en su liberación en todo tipo de esclavitudes que se le quieren imponer como cosa natural. Ahí hay que encajar la crítica a las dominaciones por causa del sexo o del género. Y distinguir bien lo que es crítica auténtica de liberación o recaída en nuevas esclavitudes. Pero prefiero que una ulterior aportación mía se vaya haciendo en el trascurso del diálogo.

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