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Contra el papanatismo clerical, sensatez

Gil de Zúñiga 1

Tras haberme tragado, por deber profesional, toda la ceremonia para beatificar a Oscar Romero, me creo autorizado a decir que lo que aquí escribe Antonio es el mejor comentario a ese enorme despliegue clerical en El Salvador que ha hecho escapar a Jon Sobrino. AD.

“Pobres” es una palabra que se ha puesto de moda tanto en el ámbito social-político como en el clerical. En el primero es una realidad obscena; en el segundo, es una realidad lingüística fruto del papanatismo clerical, puesto que los aires que vienen de Roma, del papa Francisco, soplan en otras direcciones desconocidas hasta ahora y que nos hablan de los pobres. Este papanatismo clerical se respira por doquier. No hace mucho el vicario general del Opus Dei, Mariano Fazio,  aseguraba que muchos en la prelatura están “fascinados” con el papa Francisco (??). Algunos clérigos conocidos en sus homilías hacen referencia a los pobres, cuando esto era impensable un año atrás, hasta el punto de que más de uno, si la lectura bíblica de la eucaristía correspondía a las bienaventuranzas, ni siquiera las mencionaban. Y nuestro jerarcas, reunidos a finales de abril en Asamblea Plenaria, no se quedan a la zaga. ¡Por fin, han elaborado un texto sobre los pobres!: Iglesia, servidora de los pobres.

No es el momento de reflexionar con detenimiento sobre el texto de los obispos españoles, pero sí de resaltar que se trata más bien de un texto que pretende hacer guiños al nuevo lenguaje vaticano y, por lo tanto, de sintonizar con el Vaticano para hacer patente una vez más aquello que decía el cardenal Tarancón: los obispos españoles padecen tortícolis crónica de tanto mirar a Roma. De ahí que hay aspectos muy llamativos que nos señalan el papanatismo y no la sensatez; o si se quiere, a la coherencia de una praxis pastoral que emana de las exigencias evangélicas.

En el texto episcopal se habla de los pobres y de la pobreza, pero sin mucho convencimiento; se habla desde las periferias verbales y no desde la sensatez de la inteligencia y del corazón. El texto, en primer lugar, no quiere herir ni poner en entredicho las decisiones políticas del gobierno del PP, las cuales han incrementado sobremanera la pobreza en familias y la llamada pobreza infantil. Los obispos españoles asumen sin más el análisis de los “expertos” (¿qué expertos?): “las causas de la actual situación, según los expertos, son, entre otras, la explosión de la burbuja inmobiliaria, un endeudamiento excesivo, y, también, la insuficiente regulación y supervisión que han conducido a efectuar recortes generalizados en los servicios”. ¿Esto quiere decir que los gobiernos socialistas nos endeudaron con gastos innecesarios y que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que el gobierno del PP se ha visto en la necesidad imperiosa de “efectuar recortes generalizados en los servicios”? Parece evidente que el texto va encaminado a no molestar a quien pone el pienso en el pesebre o como asegura Erasmo de Rotterdam (Elogio de la estulticia): las críticas a jerarcas y gobernantes no son bien vistas si “hay algo en ellas que les toque el pan” (léase la religión en la escuela, una ley del aborto que corrige a la del socialista Zapatero, un gobierno del PP, cuyos miembros no se declaran agnósticos y que algunos de ellos son del Opus Dei…).

En segundo lugar, “la indiferencia religiosa, el olvido de Dios, la ligereza con que se cuestiona su existencia”, juntamente con el desmoronamiento de la familia (aborto, matrimonio de homosexuales y lesbianas, etc., la cual “ha sido la gran valedora social en estos años. Este hecho nos tiene que llevar a valorar la vida y la familia como bienes sociales fundamentales y superar lo que san Juan Pablo II llamó la cultura de la muerte y de la desintegración” (aquí la sombra de Rouco es alargada), viene a ser causas encubiertas de la pobreza social. “Somos conscientes, escriben los obispos, de que el empobrecimiento espiritual se da también en muchos bautizados que carecen de una suficiente formación cristiana y vivencia de la fe; esta falta de base les convierte en víctimas fáciles de ideologías alicortas, tan propagadas como inconsistentes, que les conducen a veces a una visión de las cosas y del mundo de espaldas a Dios, a un agnosticismo endeble”. Podíamos preguntar: ¿todos los corruptos del PP, por ejemplo, son ateos o agnósticos o “víctimas fáciles de ideologías alicortas”?

En tercer lugar, se prioriza, en las “Propuestas esperanzadoras desde la fe”,  la “caridad social” sobre la justicia siguiendo al pie de la letra la “doctrina” de Benedicto XVI (Deus caritas est, Caritas in veritate) frente a las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia que arranca en la Rerum novarum (León XIII) y continúan en la Mater et Magistra (Juan XXIII) y la Populorum progressio (Pablo VI). Sin duda hablar de la justicia desde la acción profética de la Iglesia es poner el dedo en la llaga y comprometer al gobierno actual por sus desastrosas políticas de recortes en todo lo que es público: sanidad, educación, ley de dependencia…, y que ha desembocado en una sociedad más desigual y más empobrecida.

Contrasta este modo acrítico de los obispos españoles con el de los obispos anglicanos, quienes ante una misma realidad de pobreza social inglesa, sobre todo en lo referente a la salud pública y gratuita, responden con un escrito de denuncia: “Estas políticas de recortes afectan a la dignidad de las personas… No podemos apoyar o estar callados frente a una situación como la actual en la que este derecho está siendo afectado en la práctica por las políticas de recortes… No podemos aceptar por razones morales que la atención sanitaria dependa de la capacidad de pago del paciente… Necesitamos hablar claro a favor de la equidad”.

El papanatismo bien sea acrítico con la realidad político-social, bien sea mimetismo jerárquico sin convicción alguna es simple y llanamente oportunismo que puede ser obsceno por su inconsistencia. Contra el papanatismo clerical, sensatez. El texto episcopal responde más al papanatismo que a la sensatez y, por consiguiente, a la coherencia. Es un texto políticamente correcto y que se refiere a los pobres como tema central, pero sin “mojarse”, sin reflexionar hasta sus últimas consecuencias. Cuando Platón aborda la sensatez en su Cármides la configura como una clase de conocimiento reflexivo en profundidad y que de algún modo se hace presente en el Menón, en el Sofista, en el Teeteto. La capacidad de reflexión que especifica al conocimiento humano se convertirá en hilo conductor de la filosofía platónica. Tomás de Aquino, partiendo de esta primera reflexión platónica, va más allá; sitúa a la sensatez, synesis, en los aledaños de la prudencia y es “un juicio recto sobre las acciones particulares”. El juicio recto “consiste en que la inteligencia aprehenda las cosas tal como son en sí mismas. Esto se da cuando está bien dispuesta, como un espejo en buenas condiciones reproduce las imágenes de los cuerpos como son en sí mismos, mientras que, si falta esa buena disposición, aparecen en él imágenes torcidas y deformes”. Si el espejo está empañado por los intereses más o menos inconfesables nos dará una realidad deformada. Tomás de Aquino llama “asyneti”, insensatos a los que carecen de ese recto juicio, de ese buen sentido moral de la realidad.

Si hay sensatez, se da por descontado la coherencia, tan imprescindible en nuestras actuaciones humanas, si queremos que sean creíbles.

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