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Escandaloso

DEME ORTEMe atrevería a decir que si en mi tierra, Valencia, hay un cristiano íntegro, con fe auténticamente comprometida, ese es Deme, una persona a quien el Concilio Vaticano II llevó, por fidelidad a su vocación salesiana, a las periferias existenciales, a comprometerse en los barrios y en el trabajo con marginados y maltratados por el sistema. Y allí se mantiene, animándonos a todos a enredarnos y hacer líos. Por eso doy fe de que este artículo que hoy nos envía ha salido de su profundo sentido cristiano y no de una contaminación ideológica anticlerical. AD.

Presupuestos 2015: El Estado pagará este año 159,2 millones a la Iglesia, 0,8 más que en 2014. Esto supone que la Iglesia Católica recibirá 13,26 millones de euros al mes durante el próximo año, como adelanto del 0,7% de la cuota íntegra del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) de los contribuyentes que marquen la casilla correspondiente. Los “recortes” por la crisis curiosamente no han afectado a la Iglesia!


Cuando en 1979 se firmaron los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, “La iglesia católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades”. Desde entonces, no sólo no ha tendido a la autofinanciación, sino que ha ido consiguiendo cada vez más ventajas y privilegios económicos hasta que hoy se considera que España es un paraíso fiscal para la Iglesia. No son sólo los millones que el Estado paga a la Iglesia para que ésta pague a sus sacerdotes, sino la exención fiscal de impuestos como el IBI de miles de propiedades, la exención del IVA y otros impuestos, la aportación del Estado a la enseñanza concertada cada vez más facilitada a la Iglesia; la enseñanza de la religión en la escuela con profesores nombrados o retirados por la Jerarquía eclesiástica, pero pagados por el Estado, y otros muchos privilegios económicos y fiscales…

Una muestra más del escandaloso comportamiento eclesiástico es el tema de las inmatriculaciones, por el que, al amparo de la Ley Hipotecaria de la época franquista, validada en tiempo de Aznar, la Iglesia Católica ha podido registrar muchos cientos de inmuebles a su nombre como si fuera administración pública (art.206.1 de la LH), bienes no sólo de uso religioso, sino pisos, terrenos y edificios de todo tipo. El caso más llamativo ha sido el de la Mezquita-Catedral de Córdoba, donde, como en otros edificios, el Estado se hace cargo de su mantenimiento, pero la Iglesia se beneficia por ejemplo cobrando entradas de las que luego no paga IVA ni rinde cuentas. Recientemente se ha conseguido la desaparición de este privilegio registral, pero sin carácter retroactivo, por lo que difícilmente va a devolver todo lo que se ha apropiado. Varias plataformas, como Redes Cristianas y Europa Laica, van a recurrir a instancias europeas en la confianza de que la separación iglesia-estado no sea como en España, donde los dos partidos hasta ahora mayoritarios no han plantado cara al asunto.

Está vista la nula voluntad de la Jerarquía eclesiástica española de renunciar a privilegios que acercan más al nacionalcatolicismo que parecen añorar, que al espíritu abierto del Concilio Vaticano II de presencia en una sociedad laica y plural. Tampoco siguen así las directrices del Papa Francisco que quiere una Iglesia pobre y de los pobres.

Algunos cristianos y cristianas de base nos sentimos avergonzados de una jerarquía eclesiástica avariciosa de poder y de dinero, que es insaciable en sus exigencias al Estado y luego desagradecida porque los privilegios que consigue los considera derechos. Asimismo como ciudadanos y ciudadanas nos sentimos avergonzados de los dirigentes políticos y los partidos que han gobernado durante la transición y la democracia porque en vez de defender los derechos comunes de la ciudadanía han transigido con las exigencias eclesiásticas de más y más privilegios. En esa negociación la Iglesia no cede nunca y el Estado ha cedido. Y así hemos llegado a la disparatada situación de privilegio de una confesión en un estado aconfesional y en una sociedad laica.

Estamos por la laicidad como garantía de igualdad de toda la ciudadanía, sin privilegios a ninguna confesión religiosa. Estamos por tanto por la separación total entre la Iglesia y el Estado, y por la denuncia y derogación de los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede. Estamos por la supresión del Estado Vaticano, y que el Papa no sea un Jefe de Estado.

Y si la Iglesia no renuncia voluntariamente a sus privilegios, a lo mejor es hora de que el Estado le obligue, denunciando y en su caso incumpliendo aquellos acuerdos probablemente inconstitucionales. Y en interés del bien común de toda la ciudadanía se puede plantear una expropiación de los bienes adquiridos con fraude de ley o abuso de derecho, o una desamortización de los bienes que no cumplan la función social que deberían. El interés general ha de estar por encima de la propiedad privada, y más en una institución que no debería tener ánimo de lucro.

Muchos cristianos y cristianas distinguimos que no es lo mismo la Iglesia, de la que nos consideramos parte, que el Estado Vaticano, que no tiene sentido evangélico ni eclesial, y que además de no ser precisamente democrático ni siquiera ha firmado la declaración de los Derechos Humanos. Y tampoco nos sentimos identificados con la Conferencia Episcopal Española, que tampoco es democrática y que a veces representa las opciones más reaccionarias de defensa de sus privilegios de poder político y sobre las conciencias. No son la única voz de la Iglesia.

Esto no es “odio” a la Iglesia. La Iglesia ganaría en libertad profética y coherencia evangélica si se liberara de esos privilegios. Y si no lo hace ella, el poder político le haría un gran favor liberándole de esas ataduras. Otra cosa es que la Iglesia sepa encajar evangélicamente esa liberación.

De momento, propongo que no marquemos la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta. Ni la de “fines sociales”: los servicios sociales han de ser obligación del Estado por justicia, no por caridad. Los impuestos de toda la ciudadanía han de servir para “fines sociales” de toda la ciudadanía, no opcionales.

Deme Orte (miembro de Comunidades Cristianas Populares y Redes Cristianas). Abril 2015.

6 comentarios

  • Gonzalo Haya

    Otra Iglesia es posible. Quizás menos numerosa, pero más eficaz como levadura y testimonio de la fraternidad proclamada por Jesús.

  • Asun Poudereux

    Me uno a lo aquí expresado por unos y otros. Es escandaloso. Y las buenas palabras me siguen diciendo poco, porque lo que realmente habla desde el corazón son los hechos, y tristemente no parece que en los últimos tiempos se hayan realizado cambios profundos, sino todo lo contrario: manifestaciones  puntuales, que son acogidas por sus incondicionales,  pero que,  finalmente, dispersan la atención de lo que es fundamental  hoy, ayer  y siempre: los hechos.  
     
    Apoyo este posicionamiento pacífico de abstenerse a seguir apoyando a la Iglesia, pues nos hace  cómplices ignorantes de su acaparamiento económico  como poder institucional religioso privilegiado, en detrimento de un reparto incluyente, justo y solidario, que debiera  ser  realizado desde el mismo Estado, si sus gobernantes se rigieran por la ética y el bien común que llega y es para todos, priorizando a las personas, no a los bancos ni a las instituciones con privilegios escandalosos e incoherentes con lo que esas mismas instituciones predican.
     
    Y por lo mismo,  la opción a no votar en las elecciones políticas, no creo que venga , como principio, de ningún sentimiento de revanchismo negativo y superficial, sino todo lo contrario, de no complicidad,  de una certeza interior de lo que se propone al voto se fundamenta en una estructura  oculta injusta que se retroalimenta y fortalece más y más, quedando bloqueado el  acceso,  a los ciudadanos de a pie, a  la democracia auténtica, que los priorizaría  por encima de todo,  que busca  siempre, por activa y pasiva,  el bien común, no  el  propio.
     
    Si esperamos a que el bien común se haga, solo y únicamente,  desde arriba, estamos muy equivocados con esta esperanza exógena,  que nos hace ir en una continua huida hacia adelante,  una representación que varía sus formas de atracción y siempre nos encamina  hacia un futuro alienante,  fuera de nosotros mismos.
     
     Sin embargo, la esperanza  profunda, la confianza interior es otra cosa, que no hace falta esperar nada de fuera,  porque se vive,  se es siéndola con desapropiación desde lo más próximo y cercano, con los que nos vamos cruzando en el camino de la vida, siendo coherentes y responsables en lo que va surgiendo y nos viene a nuestro alcance a diario.
     
    Si el que ejerce la política lo hace desde su mismidad, le será inmediato y directo el reconocimiento de toda persona por encima de siglas e ideologías. Cesará la partidocracia, un campo tan delimitado en el “bien común”  buscado,  que las personas se convierten en números o todo lo más en asientos ocupados. Ahí están, sin ir más lejos,  los resultados de nuestra mal llamada democracia española, un síndrome incapaz de curarse,  porque sabe cómo mutar, facilitándoselo un soporte institucional de largo y profundo alcance.
     
    Aferrarse  al poder,  económico,  social, religioso…,  que domina imponiéndose sobre las voluntades, de alguna manera sostiene lo establecido como lo más válido y lo único posible,  en grados más o menos fanáticos e inconscientes, lo cual, visto lo visto,  multiplica los mecanismos de defensa y de auto-protección,   más o menos  violenta y cruel,   de una u otra parte ignorante de la sociedad y del planeta,  ya que sigue siendo , sin saberlo o no,  el miedo de pérdida de poder y las injusticias que ese mismo poder  produce  y provoca. Es todo ello un caldo de cultivo permanente  para estar dispuestos al rechazo y a la condena de lo que la mente posesiva, separadora y acaparadora de lo que cree su verdad,  cataloga como peligroso, diferente, inferior,  erróneo,  no digno de,  ya no de solidaridad, sino de respeto, reconocimiento e incluso de vida.
     
    ¿Queremos realmente seguir siendo cómplices  de  nuestra partidocracia? ¿O queremos realmente que se viva la política democrática desde la ética  incluyente y el bien común  realizado por personas  responsables, los representantes  elegidos nominalmente y unipersonalmente, sin listas,  y los electores que les puedan controlar de modo directo y personal?
     
    ¿A qué y a quién tenemos, unos y otros,  miedo, pues?  Hechos.
    http://necesitamospoliticosdeconfianza.blogspot.com.es/2015/04/votar-listas-o-votar-personas.html?spref=fb
    https://www.change.org/p/dile-al-sr-rajoy-que-cambie-la-ley-electoral

  • JOSE LUIS RAZO OCHOa

    Desde México, envío mis felicitaciones al autor de este artículo.
    En mi caso también, no es por odio a la Iglesia ni a España -a quien admiro por muchos conceptos- sino por la necsidad de que la Iglesia sea más evangélica y que el Estado se mantenga en sana laicidad sin favorit6ismos trasnochados.
    José Luis Razo Ochoa.

  • Antonio Duato

    Me alegro mucho que este artículo lo haya escrito Deme y haya salido en Atrio el mismo día en que Xabier Pikaza dice en su blog que los obispos españoles acaban de publicar el documento social mejor de los últimos 25 años.

    Porque precisamente Deme señala muy bien lo que Pikaza dice del documento episcopal: que aun siendo un buen inicio de un cambio de rumbo, le falta lo principal: que no quede en mera instrucción sino que sea una apuesta real de la Iglesia Española por la solidaridad, que según la definición que de ella da el papa Francisco y los obispos (¿intencionadamente?) omiten en su texto: “la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde” (EG nº 189)

    Los obispos citan el anterior (188) pero no estas palabras.

    Los obispos reconocen “19. La crisis no ha sido igual para todos. De hecho, para algunos, apenas han cambiado las cosas”. Como dice Deme, ellos no han notado la crisis: ¿Están dispuestos a ser solidarios, devolviendo?

  • Román Díaz Ayala.

    Una vez que hemos hecho la distinción entre la Iglesia y el sistema eclesial que nos hemos (nos han) dado las cosas se ven más fácil para solucionar los problemas.
    Pero quienes están inmersos y forman parte de la propia institución, y por desgracia lo forman jerarquía, clero, y estamento religioso, parecen necesitados/as  de algo más que la denuncia profética o acciones individuales como el asunto de la x en la casilla de las declaraciones (personales) de las rentas.
    Hace falta una toma de consciencia de que otra sensibilidad es necesaria y un reencuentro con Jesús, pues ser miembro no justifica que de verdad seamos discípulos/as.  ¿Podemos llamar a todo esto “conversión”?
    Si nos atenemos al Evangelio; ¡Sí!
    Y si lo miramos desde un punto de vista de la “ciudadanía”, no le debemos ninguna obediencia a “una institución que se extranjeriza” cuando conviene, porque representa unos intereses muy ajenos a los principios con los que construir el Reino de Dios, al que hemos sido llamados/as por la obediencia al Evangelio.
    La sociedad civil española está en sufriendo muy agudamente una situación de desamparo, cuando la Administración Central del Estado ( que es administrada por políticos, cargos electos, y por funcionariado) ha claudicado de sus responsabilidades para con el pretexto de la Ley, dejar impunes acciones y actuaciones, incluso habiendo pasado por el sistema judicial, que conforme a la ética más elemental debían haber sido corregidas y sus responsables castigados, al menos con renuncia a la función/representación pública.
    Llegados a esta situación límite y a pocos días para las elecciones autonómicas/municipales, se hace cada vez más necesario que consideremos la viabilidad de abrir un nuevo proceso constituyente. (Entonces, quizás, se redifiniría la relación de la sociedad española con el Estado Vaticano)
    No es un grupo de marginadas/dos disidentes quienes claman por un cambio de actitud de nuestros representantes religiosos que se autoproclaman nuestros pastores, sino el clamor de un pueblo.

  • mª pilar

    Este art. representa a muchas personas seguidoras del Proyecto de Jesús… tan alterado, manipulado, aguado.
     
    Me gusta su claridad, su buen tono, su decisión de ayudar a la iglesia a salir del círculo vicioso en que lleva metida desde hace siglos.
     
    El Vaticano debería dejar de ser un estado…¡¡¡Ya!!!
    Eso haría mucho más fácil la desaparición de sus “príncipes” cardenales con privilegios… no para servir, sino para utilizarlos como fuerza ante la sociedad, como prebendas para estar en todos los lugares de alto copete, para vestir totalmente fuera de lugar… hay tantos peros, que llenan de tristeza los corazones de tantas personas que ni siquiera tiene una comida al día que llevarse a la boca.
     
    ¿Donde está: “Darles vosotros de comer” “compartir vuestro manto” “no retengáis el salario, pues es su único bien para llevar una vida digna”…
     
    No es fácil seguir el Mensaje de Jesús; pero estar viviendo a costa de todas las personas de un país sean creyentes o no, para mantener una “dignidad” que ya está fuera de lugar, y que,  por cierto, a todo ser nacido le corresponde como tal.
     
    Tengo que confesar, que me ha dolido un poco, dejar de poner la cruz en la casilla de la iglesia, son tantos años… pero me he mantenido firme en aquello que firmemente creo, y eso, ahora no lo encuentro en casi ningún “centro” o lugar de reunión y convivencia de la iglesia.
     
    Después de conocer Atrio, hace ya… ni sé… y doy gracias por ello.
    He conocido a personas extraordinarias… algunas ya no están entre nosotros… pero cada día pienso en ellas porque las quiero.
    Empecé a descubrir aquello que desde siempre iba buscando; desde Juan Luis Herrero del Pozo, los libros que se “estudiaban” los talleres y cursos; José Mª Castillo, Juan J. Tamayo, Salvado Santos y Oscar Varela… y tantas otras personas que nos han enriquecido.
     
    ¡¡¡Por favor!!! Que nadie se sienta ninguneado… pero son tantas… creo haber citado a las personas que más han trabajado por un cambio radical de paradigma respecto a la iglesia.
     
    Comprendí, que había que cambiar, dejarse interpelar, escuchar mi interior, mis experiencias personales y...¡¡¡Optar!!!
     
    Y eso vengo haciendo hace ya mucho tiempo, en algunas cuestiones casi de manera radical, porque no se puede compaginar ambas situaciones.
     
    Y en ello estoy, ahora mi mirada no tiene fronteras, ni privilegios, ni ataduras a sentires humanos… ahora soy yo… anta la vida que elegí intentando vivirla de la manera más coherente posible.
     
    Agradezco este art. Me parece tan sensato, tan  responsable, tan justo, ante todo lo que nos está acaeciendo; mientras, una parte muy importante de la iglesia, vive a costa de explotar al débil en todos los sentidos.
     
    Me uno a esta petición, deseando de todo corazón, que se pueda cumplir, especialmente por el bien de la iglesia en la que nací, crecí, me eduqué, y de la que en alguna manera soy parte de ella.
     
    mª pilar

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