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Dos nuevos curas amigos que nos dejan

José María Patino con el general de los jesuitas, P. Nicolás

José María Patino con el general de los jesuitas, P. Nicolás

Hoy debo dejar sencillamente constancia de la muerte de dos sacerdotes amigos, cuya noticia me ha  traído un torbellino de recuerdos de mis años de formación.

Uno es conocido por todos, un personaje histórico, ligado como carne y uña al cardenal Tarancón en la época de la transición (1972-1982): José María Martín Patino, que falleció en Madrid ayer domingo y que hoy hubiera cumplido 90 años.

Lo conocí en Comillas, cuando él era “pitón”, jesuita estudiante de filosofía, mientras su hermano Basilio (el genial director de cine de Nueve cartas a Berta y Canciones para después de una guerra) era mi amigo y compañero de estudios de humanidades en el Seminario Menor. Basilio y yo, que no éramos muy deportistas y compartíamos otras aficiones culturales,  charlábamos mucho (yo chupaba mucho de sus conocimientos precoces de todo) por los patios y recuerdo que siempre que pasaba José María en su ir y volver de las clases de Filosofía al Máximo se paraba con frecuencia con nosotros. Por eso cuando lo reencontré más tarde como provicario de Tarancón y Presidente de la Fundación Encuentro él y yo como director de Iglesia Viva, era ya un viejo amigo, una figura familiar. Pero de él habla, mejor que yo, su compañero Pedro Miguel Lamet en El País.

* * *

Pero también he conocido estos días que hace unas semanas falleció en Gijón otro compañero de Comillas, el sacerdote José Manuel Fueyo. De Manolo (así le llamábamos) fui compañero estricto en humanidades y filosofía, incluido el selecto CEHUC, un Curso de Especialización en Humanidades Clásicas que se reservaba, antes de iniciar filosofía, para un grupo restringido de alumnos que eran capaces de leer a los dieciocho años los clásicos griegos y latinos. Con nosotros hicieron ese memorable curso también José Bailo (que por aceptar contacto con estudiantes revolucionares siendo él capellán castrense y estudiante de Filosofía, fue juzgado y condenado a 12 años de prisión. ¡Esperamos tus memoria, José!) y el poeta José Luis Blanco Vega, este ya desparecido en 2005.

Con José Manuel Fueyo y otros tres compañeros, compartía el equipo de Jesús Obrero, en el que revisábamos nuestra vida a la luz de nuestro compromiso de formarnos para servir al mundo obrero en los movimientos de la JOC y la HOAC, que se estaban iniciando entonces en España. ¡Cuántos recuerdos de aquellos primeros años cincuenta! No nos hemos vuelto a encontrar desde entonces. Pero para mí ha sido un gran consuelo conocer ahora cómo ha sido siempre fiel sin brillar hacia fuera de su mundo y ha muerto rodeado del cariño de sus feligreses. Esto publicaba sobre él La Nueva España. En ese reportaje se dice, entre otras cosas, que enmarcan toda una vida de servicio auténtico:

A José Manuel Fueyo se le echaba de menos en su templo, donde marcó impronta de compromiso, buen juicio y aperturismo. Su idea de Iglesia la dejaba clara con sus acciones y sus discursos, como cuando decía en una entrevista en estas páginas que “lo deseable no es que la Iglesia tenga poder, lo que ha de tener es presencia en la sociedad”. “Es el cura de toda la vida”.

¡Manolo, hombre bueno y sacerdote servidor del pueblo, descansa en paz! Y a su hermano menor Fernando, también sacerdote, misionero muchos en África y capellán del Sporting, un fraterno abrazo acompañándote en el sentimiento por la muerte del querido José Manuel.

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