En Grecia parece asegurada la victoria de Syriza, el homólogo griego de Pablo Iglesias y líder de Podemos en España. Añadimos desde España un nuevo motivo para estar atentos ante los resultados del país heleno, aunque ya muchos observadores se anticipan a afirmar que no son extrapolables, ni aun en las coincidencias. Aquí nos movemos en una dinámica distinta. Pero aunque no se alcance la mayoría absoluta, cualesquiera que sean los próximos resultados, resultarán significativos. Habrá que contar con una presencia popular, que alcanzando voz y voto harán cambiar las reglas de juegos en el reparto interior de las cargas de la crisis y de las relaciones con las autoridades de la Unión Europea, por muy condicionadas que aparezcan con los compromisos adquiridos.

Mientras, en España, Pablo Iglesias sigue cosechando triunfos –y no sólo mediáticos o  de imagen– para su figura como líder político y también para la prevista cosecha de votos que beneficien a Podemos en un calendario electoral muy intenso durante el presente año. Andalucía, posiblemente en Marzo y las catalanas al terminar el verano, y, entre estas dos, la elección de alcaldes en todos los municipios y casi todas  las autonomía, para acabar el año con las elecciones generales a las que llegaremos con una visión bastante clara de cómo será la composición del futuro gobierno del Estado.

Tras el asalto desestabilizador de Podemos en la formación emblemática de la izquierda, Izquierda Unida, (sucesores del antiguo PCE) que se visualizará en las municipales, cosechan un nuevo éxito en Andalucía, pues la Presidenta de Andalucía, Susana Díaz, quien gobierna mediante un pacto de gobierno (PSOE-IU), se ve obligada a buscar fechas para unas posibles elecciones anticipadas ante los titubeos de sus socios de izquierda.

Y  mientras, Pedro Sánchez, Secretario General del Partido Socialista (PSOE), recibe lecciones continuas para conjurar su bisoñez, procedentes  de dentro y de fuera del partido, ante el peligro de que Podemos se presente a las elecciones generales habiéndole robado al PSOE todas sus ideas programáticas con su nuevo disfraz socialdemócrata.

Se hacen visibles  antiguos candidatos o candidatas o nuevos aspirantes a la secretaría general (con vistas a ser nombrados primeros de las listas electorales, puesto designado para  llegar a la  presidencia del Gobierno). Incluso se discute con ardor la bicefalia dejando a Pedro Sánchez en su actual cargo, siempre con el filtro de unas elecciones primarias dentro del partido. La  misma Susana Díaz, celebrándose los comicios andaluces  en Marzo, y llegado a buen término su feliz embarazo, podría optar  a tales primarias.

La última lección  para el flamante secretario general fue impartida por dos pesos fuertes de su partido, el anterior presidente de Gobierno  José Luis Rodríguez Zapatero y el ex presidente de Castilla-La Mancha y ex ministro tantas veces, José Bono. Ambos se entrevistaron en un almuerzo cordial con los máximos dirigentes de Podemos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, cuando el propio José Sánchez elude sistemáticamente coincidir con el líder de Podemos en algún medio televisivo.

La cultura del desencuentro y del ninguneo ha sido un vicio introducido tardíamente en nuestra joven democracia que se había iniciado desde sus preámbulos con multitudes de encuentros y reuniones veladas que duraban días y de largas noches envueltas en los humos de los cigarrillos y el aroma del café. Tales reuniones podían ser oficiales o espontáneas y casi casuales en un clima de diálogo sin precedente, que se continuó en las diferentes legislaturas, pero que fueron interrumpidas drásticamente con la llegada de José María Aznar a la presidencia del Partido Popular tras la refundación de la anterior Alianza Popular. Una nueva cultura política que “encastó” a la clase gobernante y se evidenció más aún con las mayorías absolutas del 2000-2004 y la actual desde enero del 2.012.

El país  clama por unas acciones de gobierno encaminadas a rectificar el rumbo emprendido de cambio de modelo económico que nos ha llevado a la desigualdad, la exclusión social y el descarte y exige un clima de diálogo donde sean atendidas las reclamaciones que nacen de las aspiraciones ciudadanas.

Los programas políticos se han vuelto aleatorios. Se discute así en Grecia.

¿Tendrá Pedro Sánchez aprendida la lección?