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Credulidad, creencia y fe

Fernando JiménezFenomenología de la Fe

Parto de la tesis o el supuesto de que la Fe no es un acto mental que se realiza y cobra su sentido total con la pronunciación de la palabra “creo”, sino que la palabra “creo” sería como el comienzo de un camino progresivo de compromiso vital y de descubrimiento de las realidades que envuelven la existencia de los seres humanos; un proceso que entra en la corriente del crecimiento, de su evolución hacia el Noos (la Inteligencia, el pleno conocimiento intelectual) y de su autorrealización total, tras-pasando el Noos y culminando en el Espíritu, el puente entre la inmanencia y la trascendencia, donde el ser humano se diviniza como culminación de su auto-realización existencial.

La vida humana, el aliento vital, se va re-creando y realizando progresivamente en diversos niveles: Hay un primer nivel de auto-realización que es el vegetativo, donde la vida humana se realiza en la supervivencia y donde el conocimiento, en cuanto captación y comprobación de la realidad circundante, resulta del instinto.

Este instinto de supervivencia, a impulsos del pneuma, aliento de vida, percibe un atisbo de Fe, como supervivencia continuada y pálpito vital detrás de las fronteras misteriosas que marca la muerte. Es el Nivel de la búsqueda instintiva.

El segundo nivel de auto-realización humana es el Afectivo, la reacción endo-tímica, donde el descubrimiento y el conocimiento de la realidad circundante y su compromiso con ella es una captación sensible, a través de las repercusiones emocionales que suscitan. Es la esfera de los sentimientos y emociones que la colorean las realidades imaginativamente re-presentadas. Es el nivel que voy a denominar Nivel de la Credulidad, a impulso de la psique, donde el ser cognitivo humano cree en lo que está viendo, por las repercusiones emocionales que esas cosas le suscitan; atracción, gusto, excitación, miedo, cólera, rechazo… Y desde ahí percibe y se hace consciente del Misterio, de lo que hay más allá de lo que se capta con los sentidos, sobretodo a partir de la experiencia de la muerte.

Cree en Dios, lo crea imaginativamente y lo incorpora en su mente, en cuanto le producen sentimientos de esperanza, de consuelo, de sosiego, también de miedo a ofenderle, de culpa… Más que conocerlo, lo imagina, lo “siente”, lo necesita. Más que conocimiento es anhelo, como le sucede también con el amor. Es nivel de la Credulidad, alimentada de mitos y milagros, de emociones y sentimientos.

El tercer nivel es el Noético o cognitivo-intelectual, donde el conocer es razonado y donde los conocimientos se sistematizan por comprobaciones científicas, las cuales propician el desarrollo de la Técnica imparable, capaz de descubrir, explorar y conocer la inmensidad del Universo, la Noo-esfera.

Es el nivel que denomino Nivel de las Creencias, conde los conocimientos están elaborados por la razón y la lógica, y están explorados y cuantificados por la Técnica, y comprobados y sistematizados por la Ciencia.

Aquí el conocimiento de Dios se considera razonablemente y científicamente admisible, por comprobaciones de sus rastros y acciones inmanentes. Estos conocimientos están contenidos en una “ciencia” llamada Teología, y se presentan sistematizados en una conjunto de Creencias como “Depósito de la Fe”, resumido en el Credo y enseñado en las catequesis, depósito del que se apacienta la “comunidad de los creyentes”.

Pero todavía no ha progresado el ser humano, en su camino de crecimiento existencial, hasta la esfera de la Fe, el punto Omega de su auto-realización y su compromiso existencial, aunque a ella le impulsen los atisbos pre-cognitivos de su instinto, y hacia ella se orienten los anhelos cognitivo-afectivos de su corazón, y para ella se sistematicen las comprobaciones y razones de su inteligencia.

Le falta cubrir una etapa, a la que Juan Bautista, el Precursor de Cristo, convocaba clamando en el desierto: ”Metanóiete”, término verbal griego que significa ir más allá de la mente, superar el Noos, el conocimiento intelectual, traspasar incluso el pensamiento y el sistema de significaciones y de valores de las Creencias, para entrar en la esfera del Espíritu, en la que el Jesús anunciado era paradigma de auto-realización. (Quiero entender que esta etapa de progreso humano y de la humanidad sería la que Teillard de Chardin denominó la Cristosfera).

Este es el Nivel del Espiritu, espacio donde culmina la auto-realización humana, donde se integran las tendencias pre-cognitivas, del instinto descubridor, junto con las credualidaes afectivas, plenificadas en el amor, y con las creencias sistematizadotas de verdades conocidas y comprobadas por la mente, y se transportan en un “salto al vacío”, al encuentro con la Verdad Totalizadora, en la oscuridad total de la inteligencia en cuanto instrumento del conocimiento inmanente, cegada por la Luz inmensa. En estas regiones del Espíritu el término “conocimiento” y el verbo “conocer” adquieren un significado de compenetración o de interpenetración con lo conocido, que queda abarcado, incorporado o fundido en una experiencia de encuentro para la que no existe otro significante sinonímico que el de la palabra Amor.

Esta es la esfera de la Fe, significante verbal de un salto transcendente, divinizador y culminador del conocimiento humano. La Fe como dimensión posible de la experiencia más plena de la realidad y de la auto-realización del ser humano, por encima de las credulidades y de las creencias, incluso de los límites del conocimiento intelectual. Alojada ya en la región del Espíritu, la experiencia humana de conocer se compenetra con la experiencia plenificada del amor.

No conozco una ejemplificación más explícita de este de este fenómeno de auto-realización humana, síntesis de pneuma, psique y espíritu, que la de estos versos de San Juan de la Cruz, en los que se revela un encuentro donde, metafóricamente, la noche de la inteligencia queda iluminada por la alborada de Fe en la compenetración del amor: “Oh noche que guiaste / oh noche amable más que la alborada, / oh noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada”.

Quizás aquí quede descrita la fenomenología de la Fe y la experiencia encuentro-conocimiento-amor de un hombre sencillo, fraile pequeñito de estatura, que andaba por caminos, sufrió cárceles, realizaba tareas propias de su profesión y remendaba su ropa.

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