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Reencuentro agradecido con el resistente profesor

Küng

La serena certeza del deber cumplido

“Estoy a la espera, preparado para despedirme en cualquier momento”. Hans Küng, el teólogo de las muchas batallas, se acerca al final sin dejar de hacerse preguntas y rodeado del respeto de los que fueron sus alumnos

Manuel Fraijó. El País, 24-12-2014

Hacía bastante tiempo que no subía la empinada cuesta que, en la hermosa ciudad universitaria de Tubinga, conduce a la casa de Hans Küng. Hace unas semanas pude volver a hacerlo, reconozco que con bastante emoción. Se me acumulaban los recuerdos. Había conocido al maestro en todo su esplendor, allá por 1970. En mi retina siguen grabadas sus magníficas clases, sus seminarios, su cercanía humana, su apertura ecuménica, su acendrada fe, su pasión por una Iglesia humilde, dialogante, ecuménica, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo y siempre dispuesta a reformarse. A sus alumnos nos impactaba, sobre todo, su apasionante recreación de la figura de Jesús de Nazaret; probablemente es uno de los teólogos del siglo XX que mejor ha hablado de él. Su libro Ser Cristiano, de 1974, consagrado casi en su integridad a la persona de Jesús, se ha hecho acreedor a un prolongado agradecimiento. Una y otra vez ha vuelto Küng a hablar bien de Jesús, la última en su libro Jesús (Trotta 2014).

Ahora, mientras enfilaba aquella cuesta, esta vez en la grata compañía de su editor español, Alejandro Sierra, y de su mujer, Christiane —le iban a hacer entrega de los primeros ejemplares del tercer volumen de sus memorias, Humanidad vivida—, pensaba en el título del libro de Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y sumisión. Yo recordaba al Küng resistente, al teólogo joven y vigoroso, viajero incansable, lleno de energías y proyectos; pero era consciente de que unos minutos después me iba a encontrar ante un Küng familiarizado ya con la sumisión a la que obligan las enfermedades y los años. Tiene 86. Había leído el impresionante capítulo XII de la Humanidad vivida, titulado En el atardecer de la vida, un conmovedor relato de sus males de ahora y de sus esperanzas de siempre; un relato que emocionará a todo el que se entregue a su lectura. Además, estaba informado de que, a finales del mes de junio, su avanzado párkinson le mostró su cara más siniestra: a punto estuvo de forzar el final, de provocar la última sumisión. Pero el párkinson tal vez no había contado con la fuerza y las energías acumuladas de este empedernido deportista, atleta, senderista, nadador y esquiador; en definitiva, no había contado con el Küng resistente.

Fue un encuentro de los que nunca se olvidan. Ante nosotros teníamos al Küng de siempre: sonriente, cordial, ameno. Las huellas de la enfermedad eran perceptibles, pero continuaba siendo el “hombre erguido” que evocaba E. Bloch. Le encantó la edición española de sus Memorias. Y, con notable satisfacción, nos comunicó que la editorial Herder está publicando sus Obras Completas en 24 volúmenes. Con sonrisa pícara añadió: “Esto es efecto del papa Francisco”. Se refería al hecho insólito de que una editorial católica publique sus obras. Y, con gran satisfacción, desplegó sobre la mesa dos cartas del Papa, cuidadosamente archivadas, una de las cuales incluye en este volumen de sus memorias. Es notable su entusiasmo por la figura del actual papa. Le encuentra grandes semejanzas con su admirado Juan XXIII; reconoce que está llevando a cabo reformas necesarias, largamente esperadas y tenazmente defendidas por él y por otros muchos teólogos.

Es notable su entusiasmo por el actual papa. Le encuentra grandes semejanzas con Juan XXIII

Calladamente yo me preguntaba si esas reformas incluirán su rehabilitación. Es sabido que, hace más de 30 años, Juan Pablo II le privó de su condición de teólogo católico. ¿Cogerá el papa Francisco un día el teléfono —está demostrando que sabe hacerlo— y llamará a Küng para decirle que queda rehabilitado, que la Iglesia no puede permitir que muera comoteólogo no católico uno de los teólogos de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI que más han contribuido a la difusión y profundización del catolicismo en el ancho mundo? Pensaba en esta posibilidad al contemplar una y otra vez aquella interminable estantería que contiene sus más de 60 libros, algunos de ellos muy voluminosos, traducidos a múltiples idiomas. Una estantería que ha proyectado mucha luz sobre los grandes temas de la vida humana: Dios, Jesús, la Iglesia, las religiones del mundo, el sentido de la vida, la ética, el más allá, el origen de la realidad, la deseada paz, la política y la economía, la música, y un abultado etcétera. Me venían a la mente los elogios que otro grande de la teología, K. Barth, le dedicó cuando solo era una joven promesa: “Le tengo a usted por un israelita en quien no hay engaño”; y terminaba deseando al joven doctor que viniera sobre él el Espíritu. Se tiene la impresión de que el Espíritu no se ha portado nada mal con Küng. También me quedé con una frase, muy breve, de una de las cartas del papa Francisco: “Quedo a su disposición”. Küng no le va a pedir nada para él, pero los demás podemos, desde el respeto y la admiración que sentimos por el papa Francisco, rogarle que no eche en saco roto el caso Küng, que le haga un hueco en su agenda de reformas. Sabemos que no es un asunto fácil, pero Francisco se está especializando en temas arduos.
Digamos, finalmente, que, a estas alturas de la película, a Küng no le obsesiona su rehabilitación eclesiástica; esa beneficiará más a la Iglesia católica que a él. Está mucho más pendiente de la otrarehabilitación, de la que acontece cuando cae el telón de esta vida. En el citado capítulo 12 de la Humanidad vivida ofrece un vivo recuento de los numerosos “achaques” que hacen difícil su día a día. La muerte no es ya una amenaza lejana, sino un visitante que ya no se hará esperar demasiado: “Estoy a la espera”, preparado para “despedirme en cualquier momento”. De hecho, nos encontramos en el despacho en el que le gustaría morir, en el que ha trabajado desde que en 1960 llegó a Tubinga. Y en Tubinga desea ser enterrado. Ya ha comprado la que será su tumba. Reposará junto a sus entrañables amigos Walter Jens y su esposa Inge. Será su último homenaje a la amistad, su postrer intento de cercanía.

Rechaza el suicidio. No quisiera devolver su vida al Creador con ira y desesperación

Su epitafio será sencillo y breve: “Profesor Hans Küng”. Desea ser recordado por su “oficio”: profesor. “No he sido un profeta, sino un profesor”. Un profesor que, en aquella tarde fría y lluviosa de Tubinga, transmitía paz, sosiego, serenidad. El teólogo de las muchas batallas se acerca al final con la serena certeza del trabajo bien hecho, del deber cumplido. “Mi obra está concluida”. Ha escrito muchos libros, pero, como nuestro Unamuno, no se conforma con la inmortalidad que otorga la obra realizada, desea seguir viviendo él y no solo sus libros. Su fe cristiana le permite esperar un nuevo comienzo, otra vida más allá de la muerte. No desea el final, pero lo acepta con la confianza del viajero que sabe que no peregrina hacia ninguna parte. No es “la nada” nuestra última morada, escribe una y otra vez, sino el Misterio, al que algunas religiones, entre ellas el cristianismo, llaman Dios.
Eso sí: Küng desearía un final benigno, una buena muerte. Le gustaría morir como ha vivido: digna y humanamente. No querría sufrir la terrible y lenta agonía que en 1954 sufrió su joven hermano Georg, víctima de un tumor cerebral; tampoco desearía verse sumido en la demencia padecida por su amigo Walter Jens durante 10 años; y no le encuentra ningún sentido a una vida puramente vegetativa como la sufrida durante demasiados años por Ariel Sharon. Como creyente cristiano sabe que la vida es un don de Dios. En su último libro, Glücklich sterben (Una muerte feliz), al que seguirá otro sobre los siete papas que ha conocido, rechaza expresamente el suicidio. No quisiera devolver su vida al Creador con ira y desesperación. Pero pide ayuda para un buen morir. Rechaza la alimentación artificial y la respiración asistida como formas de prolongar la vida. Y se pregunta si el acto de desconectar esas máquinas, lo que llamamos eutanasia pasiva, no es “tan activo” como el de suministrar una elevada dosis de morfina que causa igualmente la muerte, es decir, la eutanasia activa. Preguntas y más preguntas. Küng se ha pasado la vida practicando la teología de la pregunta.

Caía ya la tarde cuando me despedí, con más emoción que nunca, del maestro y del amigo. ¿Nos volveremos a ver? En Tubinga seguía lloviendo, como casi siempre por estas fechas.

Manuel Fraijó es catedrático emérito de Filosofía de la UNED.

9 comentarios

  • Nicolás Puente

    Creo que conceder a Küng la rehabilitación eclesiástica no sólo es un gesto de justicia para un hombre que desde su posición personal y su trabajo intelectual buscó llevar las palabras y las obras de Jesús a todos los rincones de la tierra, sino para la Iglesia misma, que no puede dejar a uno de sus mejores teólogos sin rehabilitación. Sería triste e injusto e incomprensible que la iglesia para la que Küng trabajó, lo dejase fuera.

  • ana rodrigo

    Gracias a Manuel Fraijó por la iniciativa. Creo que es de justicia para Küng y, como bien dice Fraijó, en beneficio de la Iglesia.
    Además de los ya mencionados por Oscar, reivindicando a nuestros queridos amigos  JJ. Tamayo y Juan Luis Herrero, añado a nuestro, no menos querido JM Castillo.
    El Vaticano debería rescatar, ya mismo, tanta riqueza teológica para que forme parte del acervo de la tradición, al igual que se ha hecho con la teología de otros tiempos.

    Asi mismo, reivindico el reconocimiento de la teología feminista; ya va siendo hora de que la Iglesia se beneficie de las reflexiones realizadas por personas no hombres (qué obviedad!), ignoradas, menospreciadas e, incluso,  ridiculizadas. Qué pena

  • Dice la carta a Diogneto: “El pecado no está en el árbol de la ciencia del bien y del mal, sino en la DESOBEDIENCIA.
    Desde el Perú, tierra de santos, les deseo a todos sin ninguna excepción un feliz año nuevo en el Señor. Que el Señor les conceda lo que su corazón más desee. Que el 2015 el Resucitado nos conceda hacer SU voluntad y no la nuestra.
    Decía un adagio latino muy antiguo: “La virtud se encuentra en el medio cuando los polos son viciosos”.
    Luis- Vilma -Diego

  • Gracias por compartir el artículo de Manuel Fraijó, y sobre todo, por las noticias sobre la pronta publicación de sus Obras completas por Herder y su correspondencia con el Papa Francisco.

  • Antonio Rejas

    Desde que leí “Ser cristiano”, allá por los años 70, decidí hacerme seguidor de H. Küng  y he permanecido atento a lo que salía de su pluma. Sus opiniones me convencían porque las consideraba basadas en una profunda capacidad investigadora y, sobre todo, en su sincera fe en Jesús, tan opuesta a la oficial. Es verdad que a veces, pocas, me han surgido dudas sobre alguna afirmación suya, tal vez por mi incapacidad para aproximarme hasta donde él llegaba. Así que, Antonio, totalmente de acuerdo con tu propuesta. Empezar ya la recogida de firmas porque su estado físico no permite aplazamiento.

  • oscar varela

    Hola!

    Estimo en un 98% el “em-paquetamiento” de la Teología al uso.

    En cuanto a los teólogos que la ejercen, estimo un 95% su “em-paquetadura”.

    Me refiero a lo “Paquete” que son entre ellos. No se hablan sino para los entronos de Tesis; muy poco, casi nada, de dudas sobre cuestiones; están cuidado-temerosos de qué haya de juzgar el teólogo vecino, sobre todo si está cercano a la jerarquía vaticana,

    Casi no hay mención de que algunos se hayan juntado para charlar en torno a un “vinito manso”; preguntarse por su familia, por esposas, hijos y nietos.

    Estos Geniso son un “Paquete” que ni se abre ni se deja abrir. Viven comunicando “Rótulos” y “Etiquetas” que se -o le- pegan encima. Nadie se entera de su “interioridad” -si es que la tuvieran.

    Küng parece ser uno del resto 5%.

    Por lo tanto, de acuerdo con la Proposición de Gil Zuñiga; pero me pregunto si “TODO” tiene que pasar o hacerlo el Papado, por muy Gaucho Pancho que sea.

    Parceiera que la “Clerecía” ha hecho “Profesión” de su Oficio de Amar … al Mundo;
    pero con una excepción: la de su Cumpas religiosos. (Con el Monjerío pasa pero creo que muchísimo menos.

    Tal vez ¿no?

    ¡Voy todavía! – Oscar.
    …………………….

    PS.: gusto de aprovechar la ocasión de lo dicho para nombrar al menos dos referentes atrieros que honran ese 5%: Herrero del Pozo y Juanjo Tamayo. Agregen cada uno algunos más a esta incipiente Lista de “tipos macanudos” se esté más o menos de acuerdo con sus ideeas” pero compartiendo la Copa del “vinito manso”.

  • Jesús

    No sé, no sé…
    Cuando ayer leí en El País el artículo de Freijo, por supuesto que hice mía su propuesta.
    Ahora, sin rechazar del todo la misma, veo que me viene bien la situación para que nada me haga olvidar, ni en mi interior pueda disminuir en su gravedad, la catadura de los que pontifican usando el nombre de Dios.
    ¡A cuantos teólogos más hay que recordar,  perseguidos y humillados por éstos!
    ¿Cómo reconocer esa autoridad romana sin que hayan pedido perdón por el daño causado?

  • Antonio Gil de Zúñiga

    De H. Küng tengo muy vivos dos recuerdos de haber compartido unos minutos de charla con él, además de ser lector y admirador de su ingente obra. Fue muy grato para mí que la ceremonia de su doctorado honoris causa por la UNED concidiera con la de mi doctorado en Filosofía. Pero ahora quiero proponer a los lectores de atrio y sobre todo a Antonio Duato para que encabece una recogida de firmas a través de la web de Change.org o por cualquier otra vía con el fin de que el papa Francisco le restituya a su cátedra de teología. Sería un craso error que H. Küng muriera como un proscrito, siendo el teólogo que más ha amado a la Iglesia, y de verdad, con su palabra y sus obras.

  • George R Porta

    Mi tributo a Kung no representa nada, no pasa de ser un aplauso prolongado en sordina hasta que me duelan las manos y desde donde él no puede oírlo, pero  le debo mucho desde su “Existe Dios”, el primer libro que me cayó en las manos a los 19 años cuando batallaba en Cuba por comprender algo para abrirme al marxismo sin miedo y si poco podía comprender del marxismo igualmente menos podía comprender la complejidad del estudio filosófico del profesor alemán. Un profesor de la Universidad de La Habana que me acogió con gran benevolencia y afecto después de mi expulsión de aquél centro, el Dr. Manuel Rivero de la Calle, antropólogo eminente y hombre cultísimo, me ayudó a leer a Kung y a Marx sin jamás tratar de interferir mi creencia. A Ambos les agradezco de corazón mi esperanza de hoy, aunque no sean los únicos “pozos” que para recordar a Teresa de Jesús, regaron el yerbazal de mi espiritualidad. Gracias por este artículo a la redacción de Atrio y a su autor. Ojalá que Francisco pronto, antes de que muera el señor del castillo en el Jardín Vaticano de las Delicias, le reconozca como es justo por dedicarse a enseñar la Esperanza contra toda esperanza.

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