Otros temas

Autores

Archivo de entradas

Temas

Fechas

Calendario

noviembre 2014
L M X J V S D
 12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
7202 Artículos. - 109768 Comentarios.

La dignidad humana

Carlos Barberá

Me ha sugerido la reflexión que sigue la vista de unas cuantas imágenes de las torturas y ejecuciones del Frente Islámico.  Especialmente estremecedora, la del cadáver ensangrentado de una mujer con un crucifijo embutido en la boca.

Puede que nos hayamos vuelto más blandos y nuestra sensibilidad sea menos recia que la de otros tiempos en que ocurrían estas mismas cosas sin escándalo para nadie. Por ejemplo, Galaad, amonita, pone como condición a los de Jabes, para firmar una alianza con él, que a todos ellos se les saque el ojo derecho (1 Sam 11, 1-3). Y Josué no le andaba a la zaga: “entonces Josué tomó a Akán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor. Todo Israel le acompañaba. Josué dijo: ´¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahveh te haga desgraciado en este día`. Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon)” (Jos 7, 24).

Será, pues, solamente eso, qué estas cosas ya no se hacen, que nuestros estómagos ya no las aguantan. Ya no nos vemos capaces, como los civilizados romanos, de ir al estadio a contemplar cómo unos leones devoran a personas humanas o un gladiador ajusticia a otro. Parecería, pues, que el problema es que los del Frente son un movimiento anacrónico, que llega con siglos de retraso.

Se dirá que esa argumentación peca de frivolidad, que no se trata de anacronismo sino de acciones criminales sin más adjetivos porque ya sabemos que la persona humana goza de una dignidad inatacable. Y en efecto, el prólogo de la Declaración Universal de Derechos Humanos  habla de la “dignidad intrínseca (…) de todos los miembros de la familia humana”, y luego afirma en su artículo 1º que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Se trata de una constatación que, aunque haya tardado tantos siglos en formularse, pertenece a eso que ya desde la Grecia clásica, y con representantes tan calificados como Tomás de Aquino o Kant, se llamó ley natural.

Confieso que siempre he tenido mis dudas sobre la existencia de esa pretendida ley natural. Fijémonos en el fenómeno de la esclavitud, la negación más evidente de la dignidad igual de los seres humanos. La esclavitud ha existido en todos los tiempos y en todas las épocas ha encontrado defensores, desde Aristóteles a Locke. ¿Cómo puede por tanto sostenerse que la dignidad de todos los seres humanos sea un valor “natural” ? Si así fuera, un texto religioso como es el Corán no podría decir cosas como las siguientes: matadlos (a los infieles) donde deis con ellos y expulsadlos de donde os hayan expulsado (2:191); ¡Combatid contra los infieles que tengáis cerca! ¡Que os encuentren duros! (9:123); ¡Anima a los creyentes al combate! (8:65); ¡que no crean los infieles que van a escapar! ¡No podrán! (8:59); ¡Profeta! ¡combate contra los infieles y los hipócritas! ¡muéstrate duro con ellos! tendrán el infierno por morada (66:9); cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterlos. Entonces, atadlos fuertemente. Luego, devolvedles la libertad, de gracia o mediante rescate (47:4).

Creo que no cabe más remedio que decir que la dignidad humana es únicamente fruto de una toma de conciencia que ha llevado a todos a una afirmación compartida. Y sin embargo… En la película El Tercer Hombre, mirando hacia abajo desde la noria del Prater de Viena, Harry Lime argumentaba a su amigo, un honrado americano: mira esas personas en la calle, son como hormigas ¿qué más te da que algunas de esas hormigas desaparezcan? Sin duda, pese a la voluntad de convencer a todos, habrá muchos Harry Lime, a veces grupos enteros, como el Frente Islámico, que se negarán a aceptar esa pretendida dignidad humana natural.

Pero hagamos un poco de teología. Uno de los pilares del cristianismo es la llamada encarnación de Dios. La teología escolar, convertida en creencia popular, decía que Dios se hizo hombre por el Hijo, murió pagando por nuestros pecados y nos ganó la vida eterna. Un esquema, como se sabe, sujeto a mil objeciones.

Formulemos, pues, muy someramente, un esquema distinto: Poco a poco, la tradición judía y luego la cristiana van desarrollando la idea de la presencia del Espíritu. Primero se relata cómo, al comienzo del mundo,  “el Espíritu se movía sobre las aguas” (Gen 1,2); más tarde se afirma que “en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas” (Sab , 27); finalmente se asegura que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5,5).

Según esto, para la doctrina cristiana cada ser humano posee una dignidad especial porque, aun siendo su existencia relativa, sumamente frágil, tantas veces sin importancia y en ocasiones abominable, está traspasada por la presencia del Espíritu. La presencia gratuita de lo absoluto transforma en absoluta la relatividad humana. Así pues, la dignidad humana tiene un fundamento religioso y, aun mejor, cristiano. Precisamente por ello, tales afirmaciones no pueden ser compartidas por todos, se fundamentan en una fe patrimonio solamente de algunos.

¿Cuál, es pues, la consecuencia? Que todos los hombres sean iguales en dignidad es una afirmación convencional pero a esa convención hay que atraer a los más posibles y ojalá a todos. Quienes la sostienen han de esforzarse en ponerla en práctica, en hacerla visible y el modo mejor, aparte de proclamarla, consiste en dar dignidad a quienes de hecho en este mundo carecen de ella.

Termino con una conclusión que me importa. Gestora de la tradición bíblica, la Iglesia ha de tener como una de sus tareas primeras la atención, la tutela, el cuidado de las víctimas. Sólo así hará visible la doctrina propia, ahora compartida por muchos, de que todos los seres humanos son iguales en dignidad.

Deja un comentario