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Cortocircuito eclesial

antonioMe han llegado a la pantalla esta tarde de viernes dos documentos que quiero presentar en ATRIO. Los dos se refieren a la necesaria renovación que tiene que hacerse en la Iglesia, desde la base hasta la cúspide. En el momento actual entre las dos instancias parece que se está produciendo alguna sintonía. Y cuando el contacto entre los dos polos se produce, saltándose las jerarquías intermedias y las barreras burocráticas que sirven de eficaz aislante, salta la chispa que incendia y remueve todo, como acaba de ocurrir con la llamada directa del papa a una pobre víctima de abusos, para pedirle perdón y animarle a seguir denunciándolos. Todos ahora hablan de ello y la conferencia episcopal ha tenido que poner el tema en la cúspide de su agenda.

Los cristianos de base de Zaragoza, que hay muchos y muy auténticos, han tenido la suerte que no tuvimos los de Valencia a quienes se nos dio inesperadamente y con agosticidad el nombre de quién iba a sustituir al arzobispo el mismo día en que era nombrado de Madrid. El arzobispo de Zaragoza ha dimitido por motivos de salud y ellos piden respetuosamente al papa un obispo que sea verdadero acompañante y que huela a barrio, metáfora más acertada para mí que lo del “olor a oveja”.

Yo espero que esta carta llegue sin filtros a donde debe llegar y que Francisco saque banquillo de donde sea y nos sorprenda con un nombramiento de verdad puntero. Si Gonzalo López Marañón, que hizo de obispo en Sucumbios (Ecuador) está ya muy mayor, más joven es el obispo de Tánger, Santiago Agrelo y otros habrá por ahí que puedan aportar esa fe y caridad sencillas de los verdaderos pilares de cristianismo que pide el papa y los curas de Zaragoza en esta carta:

Un arzobispo que sepa a barrio

Está próximo el nombramiento de un nuevo arzobispo de Zaragoza. Diversos grupos cristianos deseamos participar en el proceso, aunque hoy por hoy no sea viable nombrarlo democráticamente, como se hacía en otras épocas en la historia de la Iglesia. Queremos al menos  ofrecer algunos rasgos que, según pensamos, mejor responden al mensaje evangélico.

Nos gustaría que el nuevo representante se dejase llevar de una interpretación sincera de lo que fue y es el Evangelio de Jesús tal como  quiere  el papa Francisco. Que se acerque al mundo de los pobres,  que comparta sus condiciones de vida y sentimientos, que participe en sus esfuerzos por los derechos básicos. El pastor,  ha dicho  Francisco, “debe oler a oveja”, ha de rozarse, guiarse por la compasión  que se deriva de haberse puesto en su lugar. Hoy que ya no hay casi pastores, tendría que oler a gente, a barrio, a mayorías excluidas.

El nuevo arzobispo podría representar los nuevos valores que  cualquier persona de bien considera como más humanitarios, los que responden a  los derechos humanos. Esta expresión de la dignidad humana es la que hoy goza de la mayor universalidad y, por tanto,  es el mejor referente inicial para el mensaje evangélico. En este sentido las personas cristianas y sus representantes haremos bien en responder a la exigencia prioritaria de la justicia social, mostrar una mente abierta al pluralismo de nuestro tiempo y ofrecer significaciones profundas sin arrogarnos la exclusividad del sentido de la vida. Podemos ir caminando hacia una mente crítica ante formas deterioradas de una religión, que ha dado y sigue dando ejemplos extraordinarios de bondad y desinterés, pero que también ha sido y es lugar de falsas sacralidades, imposiciones doctrinales y connivencia con quienes practican por sistema y en el sistema la desigualdad deshumanizadora.

A nuestro entender, la  creencia en Jesús el Cristo, dicho así de un modo acorde con la tradición, se condensa en dos grandes metáforas: el anuncio de un “Reino” de justicia y paz para todos, empezando por los excluidos, y la confianza ilimitada en un “Padre” o instancia última de un amor personal y cívico que desborda las limitaciones humanas. Un obispo que se oriente en esta línea sería aceptado con un reconocimiento universal, pues nadie puede oponerse a quien se ofrece a responder con creces la obligación de reciprocidad cívica. Precisamente la trascendencia de Jesús se manifiesta en este desbordamiento del amor  y atención a los más débiles. Su singularidad no es de carácter  doctrinal o de contenidos morales, sino que tiene que ver con la gratuidad del amor. El anuncio de Jesús desborda una religión concreta, una moral única y toda política partidista. Por eso nos gustaría que el obispo fuera un testigo de esta apertura.

No es fácil ser creyente en la humanidad. Más difícil aún hacerlo desde los lugares donde la humanidad está más malherida.  Es más sencillo remontarse a un mundo sobrenatural confiando en que desde arriba y más allá de este mundo se nos dará una satisfacción. Pero ese arriba está dentro de la humanidad y el otro mundo, de momento, en éste. Jesús anunció que era posible una nueva humanidad confiado en esa experiencia de bondad irreductible que él llamaba “Padre”, y que todo ser humano alberga en su interior. La sobrenaturalidad del amor se manifiesta mejor entre los excluidos, porque no son rentables electoralmente, ni productivos, y además están socialmente mal. Así lo expresan esas ilógicas llamadas a poner la otra mejilla, a perdonar setenta veces siete o amar al enemigo.

Un obispo servidor de todos, ciudadano de a pie y autobús, vinculado a los ámbitos donde se genera la esperanza en la mejora humana nos ofrece más consideración  que una persona volcada en la liturgia, un tutor ansioso de la moral o un partícipe asiduo de los actos oficiales. Ese podría ser el aire nuevo de las cristianas y cristianos y del nuevo obispo, el aire del Sur que trae Francisco.

Grupos Cristianos de Zaragoza

Mayte Polo de Marcos

Pero hablaba de otro documento que me ha llegado. Esta vez es la homilía de Francisco comentando el evangelio de hoy viernes en esa parroquia de misa diaria que se ha montado en Santa Marta, donde sigue hablando desde el corazón. La he encontrado puntualmente (escribo esto el viernes por la tarde, aunque saldrá con fecha del sábado) en VaticanInsider. Recomiendo leerla toda allí. Pero no puedo menos de resaltar algunas frases. Me imagino que a muchos de los actuales mercaderes del templo (amparados por toda la tradición católica, todas las normativas canónicas que prevén el cobro de estipendios y hasta por frases paulinas: “que los que sirven al Evangelio vivan del Evangelio”) habrán escocido estas palabras. Van a servir para acrecentar las críticas contra Francisco que ya se elevan en ambientes clericales como un clamor, del que tendremos que volver a hablar. Pero mirad cómo el pobre Francisco, desde la cumbre (en el discurso de clausura tuvo que hacer referencia velada a su suprema autoridad, al ver cómo muchos le discutían haber dejado poner en cuestión tantos temas, y ya se lo han criticado también) es consciente de que él solo no puede hacer nada e invita a que cada feligrés se atreva a denunciar estas prácticas (tan comunes por otra parte) a sus párrocos. Así que, por esta vez, la pelota está en nuestro tejado:

Que no haya negocio en las Iglesias. Nunca. «La redención de Dios es gratuita». Siempre.

«Yo pienso en el escándalo que podemos causar a la gente con nuestra actitud – subrayó el Papa –, con nuestros hábitos no sacerdotales en el Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuántas veces vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está la lista de los precios» para el bautismo, la bendición, las intenciones para la Misa. «Y el pueblo se escandaliza».

«Una vez, recién ordenado sacerdote -contó Papa Francisco-, yo estaba un grupo de universitarios, y una pareja de novios quería casarse. Habían ido a una parroquia: pero, querían hacerlo con la Misa. Y allí, el secretario parroquial dijo: ‘No, no: no se puede.’ ‘Pero, ¿por qué no se puede con la Misa, si el Concilio recomienda hacerlo siempre con la Misa?’ ‘No, no se puede, porque más de 20 minutos no se puede.’ ‘Pero, ¿por qué?’ ‘Porque hay otros turnos.’ ‘Pero, ¡nosotros queremos la Misa!’ ‘Entonces ¡paguen dos turnos!’ Y para casarse con la Misa tuvieron que pagar dos turnos. Esto es pecado de escándalo».

«… Y nosotros somos responsables de esto. También los laicos, ¡eh! Todos. Porque si yo veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener el coraje de decírselo en la cara al párroco. Y la gente sufre por ese escándalo. Es curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen una debilidad, resbalan sobre un pecado… sabe perdonar. Pero hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar: a un sacerdote apegado al dinero y a un sacerdote que maltrata a la gente. ¡No es capaz de perdonar! Y el escándalo, cuando el Templo, la Casa de Dios, se vuelve una casa de negocios, como aquel matrimonio: se alquilaba la iglesia».

Jesús «no está enojado», explicó el Papa, «es la Ira de Dios, es el celo por la Casa de Dios», porque no se puede servir a dos patrones: «o das culto a Dios vivo, o das culto al dinero, al dinero». «Pero ¿por qué Jesús está contra el dinero? Porque la redención es gratuita; la gratuidad de Dios, Él viene a traernos la gratuidad total del amor de Dios. Y cuando la Iglesia o las iglesias se vuelven especuladoras, se dice que… ¡eh, no es tan gratuita la salvación!… Es por esto que Jesús toma el látigo para hacer este rito de purificación en el Templo».

Me parece que con estas palabras se van a sentir aludidos y desautorizados no sólo cardenales y obispos sino muchísimo clero que se siento propietario de su cortijo parroquial y, amparados por el derecho canónico –eso es verdad y esperemos que el vigor renovador del papa llegue a esas alturas y rompa barreras que ni el papa Roncalli pudo romper– ni siquiera se plantean en conciencia que estén haciendo mal con esta comercialización sacramental. Pero invitados estamos a denunciarlo que otra organización económic eclesial es posible y en muchos sitios se practica ya.

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