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Todo es cierto y actualísimo

Revuelta

Si me queréis, dirse

Tengo al otro lado de la mesa, sentada de perfil, a una mujer ajada, ladeada por la artritis y la osteoporosis, hablándome de la situación sin salida que padece. Se coge las sienes entre sus manos nudosas, moviendo de atrás adelante : “Necesito ayuda, no puedo con esto, no se lo que voy a hacer, no puedo más”. Lo repite una y otra vez. Cuando se calma continua el relato.

En el pequeño cuartito donde recibo en condición de abogado pro bono, o sea gratis, en una parroquia de un mísero barrio sevillano, esta mañana de lluvia a jarros sobre esa desvencijada barriada sevillana, oigo el lamento sin consuelo de la injusticia de esta tierra, vacía de interés de los políticos , de los ricos y de los funcionarios hace siglos por ponerles diques de contención a tanta miseria, tanto dolor, tanta opresión. Mucho laicismo, mucha tomadura de pelo a los cristianos, mucha burla escrita  de quienes creemos, pero aquí estamos, desde siglos, al pie del cañón.

Francisca, 67 años, tiene que cuidar y cuida a tres hijos varones que le viven, de los cuatro que trajo a este mundo. Los tres en su casa, los tres hombretones, los tres esquizos, los tres sin otra atención que la de ella, su madre, que lleva la casa, les consuela , les limpia, les soporta, llama a la policía cuando quieren agredirse unos a otros porque en sus cabezas cabalgan las sombras del odio, de la muerte, del miedo, de los fantasmas demoniacos sueltos entre sus neuronas. Los gobiernos socialistas andaluces cerraron los psiquiátricos para que los locos no estuvieran encerrados. Ahora es Francisca quien está encerrada cuidando a sus locos. Los socialistas siguen gobernando con los psiquiátricos cerrados y con planes alternativos que producen sinergias presupuestarias y reducen personal y gastos. Francisca, 67 años, artrítica cuida a sus tres hijos. No es socialista. Es la sinergia que reduce el gasto social. Es su madre. Son las ventajas de la política que no ve la realidad: solo ve sinergias que hacen cero el déficit y santa a Ángela, no a santa Ángela de la Cruz. A santa Merkel, patrona de Rajoy y de Zapatero. Del cero al infinito.

Francisca con seis años plantaba garbanzos con sus hermanos y su padre en la cortijada de la Sierra Sur de Sevilla donde vivían tras la guerra civil. No fue a la escuela y firma como aprendió a escribir su nombre de uno de sus hermanos. Nada más. 1953. Franco en el poder. Iglesia bajo palio. Ahora el gobierno socialista andaluz no deja a las niñas de seis años plantar garbanzos. Hace que las viejas de 67 años que los plantaron cuiden a tres locos en su casa de protección oficial hecha polvo para ahorrar gastos y tener más empleados públicos que denieguen ayudas a las madres cuidadoras de los locos liberados de los psiquiátricos, tan costosos y tan cerrados.

Francisca a los nueve años, iba tres meses cada año a recoger aceituna con su gente. Recuerda el frío terrible de la campiña andaluza en las otoñadas del vareo. 1956 con san Franco protector. Hoy ya sin protector, el gobierno socialista andaluz no deja que niñas de nueve años cojan aceitunas, por lo de la OIT. Pero Francisca sigue recogiendo comida de Caritas o del economato gratuito de oeneges para poder alimentar a sus hijos que no trabajan porque padecen esquizofrenia los tres. Eso sí, su  caso lo siguen varias trabajadoras sociales y varios psiquiatras que hacen informes y diagnósticos, tienen oposición y sueldo fijo. Y se quejan de las congelaciones de Montoro.  Pero Francisca ya no recoge aceitunas. Recoge informes y recetas.

Francisca a los 15 años se vino con su familia a Sevilla pues los huesos de su padre no resistían el trabajo del campo. A servir en las casas del centro y a vivir en las chabolas de la periferia donde aún sigue. 1962 con Franco bajo palio y el Plan de Desarrollo. Se casó con un jornalero del que no conocía el ADN ni su mapa genético y tuvo cuatro hijos. Uno se le murió y le dejo una niña que se ha tenido que ir a protección de menores pues los tíos y sus esquizos no aconsejaban dejarla allí. Claro a Francisca se le parte el alma cuando lo cuenta. Pero sabe que no tiene remedio, que la vida es así, que ella ha venido a sufrir, que esto es un valle de lagrimas. No puede más.

Si me queréis, dirse. Lo tenía en su güasap un amigo, linense por supuesto, y lo he recordado cuando Francisca me dice que querría morirse para descansar. “Estoy vivo como si estuviera muerto”, escribió Lezama Lima. Así está Francisca.

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