Pujol y su familia van a presentar una querella ante el tribunal de Andorra, independiente y ajeno a la Administración de Justicia española. ¿Con qué finalidad?

1) identificar a la persona que denunció las ilícitas actividades del mayor de los hijos y arrastró al padre a su lastimosa confesión de hace unos días y,

2) evitar que el tribunal y el gobierno andorranos, accedan a ejecutar la comisión rogatoria del juez Ruz, de la Audiencia Nacional española que investiga a la mafia pujolina.

Era sabido que la estructura financiera y bancaria de Andorra se asemejaba a las de los  denominados “paraísos fiscales”. Los Pujol han logrado ponerla de manifiesto popularmente y con sardana dedicada, si nos descuidamos, a la Mare de Deu de Montserrat.

Las responsabilidades penales, fiscales y políticas que deriven de los hechos dados a conocer por Pujol y de los investigados por el juez no me interesan de momento.

Como miembro de la Iglesia católica hay un hecho íntimamente relacionado con la realidad política y social puesta en la picota estos días que sí me afecta. Uno de los jefes de estado de Andorra es un obispo residencial, el de la Seo de Urgell. Como jefe de estado alguna responsabilidad tendrá el prelado en que su país sea un lugar propicio al ocultamiento de riquezas sustraídas de las  obligaciones impositivas –y éticas– de ciudadanos de otros países que al amparo de tales sombras roban a otros lo que les corresponde. Cuando el tal prelado es ciudadano del país al cual han robado y engañado y ha sido obispo en Cataluña bajo la égida de Pujol padre, el asunto tiene ciertos sonidos armónicos de si bemol mayor con tocata y fuga.

Esta muy bien oler a oveja con sales de baño de Yves Rochard y hablar de las responsabilidades de los laicos en la organización de la vida social mientras los prelados mantienen en sus manos estructuras de poder tan alejadas del Evangelio como de sociedades éticamente civilizadas.

Los meses de presidencia de la santa Iglesia por el señor Papa felizmente reinante están produciendo gestos agradables, declaraciones no escuchadas antes, espacios en los medios y alabanzas a su persona y carácter. Lo que esta muy bien.

El problema es que el Señor que tira de nosotros en la Iglesia –no solo en ella, pero también en ella– nos dejó claro el criterio último de valor: hechos, frutos, hechos. Solo los hechos permiten fiarse de quienes presiden, hablan y enseñan.

Consciente desde hace varias decenas de años de ser personalmente “sicut iumentum coram Te”, no soy, no he sido y no voy a ser oveja ni de este señor Papa ni de ningún otro  eclesiástico ejerciente o jubilado. Por eso creo que la complacencia vaticana, y por ende papal, a la continuidad de un obispo como jefe de estado en Europa sí me afecta como creyente –que no cretino– y ciudadano de la UE. Estoy harto de repetidores complacientes de unas estúpidas comparaciones no cristianas expresadas por este señor Papa con ligereza impropia de quien preside en la fe y en la caridad a adultos libres. Si quiere que curas y obispos huelan a oveja que los ponga a trabajar de pastores de ganado lanar o caprino en las zonas rurales a repoblar. Con todo respeto hay que tener muy deteriorado el sentido de lo real para hablar de olor a oveja desde los palacios vaticanos.

Dicho esto el obispo jefe de estado de Andorra debería dimitir de inmediato, sacudiéndose las sandalias del polvo de finanzas ocultas y de latrocinios con muchos años a las espaldas ancladas entre los valles idílicos del Principado. Los Pujol han hecho lo que han confesado porque otros muchos lo han consentido, amparado y callado. Entre otros los prelados catalanes. Si no hubiera habido un juez de la Audiencia Nacional por medio a lo mejor teníamos otra Andorra en Cataluña entera. Molt be.

Alberto Revuelta