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Dios histórico o Dios inmutable

HayaAyer el sobrino, hoy el tío. Dos confesiones, dos estilos y un mismo espíritu.

Querido amigo, me dices que Dios no puede amar a unos más que a otros, ni puede perdonar, porque Dios es amor eterno y no puede cambiar de amor a desamor o viceversa.

Te confieso que algo chirría dentro de mí cuando oigo que Dios no puede hacer esto o aquello. Todo lo que decimos de Dios son interpretaciones, más o menos fundamentadas. “Interpretación de interpretaciones, y todo interpretación” parafraseando al Crisóstomo.

Nosotros vivimos en una esfera tridimensional y, si estamos en el Norte, no podemos estar ni en el Sur, ni en el Este, ni en el Oeste. Si somos prudentes, no podemos ser espontáneos; si somos imparciales, no podemos ser indulgentes con el débil. Dios es el punto central de la esfera, Dios no es tridimensional, no tiene Norte, ni Sur, ni Este, ni Oeste.

Dios es concordantia oppositorum; es personal, pero no es individual; es justo, pero es misericordioso; es fiel a sus promesas, pero imprevisible en su cumplimiento. Dios fundamenta y supera lo mejor que nosotros tenemos o imaginamos, pero no podemos ni imaginar cómo lo supera. Es amor, pero no un amor como el nuestro –que se entrega a otros– porque no hay otros fuera de él mismo. La dualidad pertenece a nuestro esquema espaciotemporal.

Nuestro lenguaje es dual –sujeto/objeto– y contradictorio, porque estamos encerrados en el tiempo y en el espacio. El lenguaje racional –el principio de no contradicción– nos impide coordinar los extremos opuestos; la gratuidad de la gracia y los méritos humanos; la acción de Dios y la autonomía humana; el desarrollo del tiempo y la simultaneidad de lo eterno.

Lo temporal y lo eterno son dos realidades difíciles de coordinar; porque nuestros conceptos no aprehenden la realidad en sí, sino traducida –traduttore, traditore– en nuestra experiencia espaciotemporal. Es como traducirle a un sordo de nacimiento, mediante colores, una partitura musical; podríamos inspirarle una experiencia estética semejante, pero solamente podrá apreciar la música el día en que se corrija su sordera.

Por la vía racional sólo podemos postular a Dios como Bien Absoluto; pero no podemos comprenderlo. Si encuentras al Buda, mátalo, porque no es el Buda. Si crees que has llegado a comprender a Dios, bórralo y comienza de nuevo, porque ese no es Dios.

Por la vía ética apreciamos el bien y el mal, la dignidad y los Derechos Humanos, aunque no podamos demostrarlos. Por la vía mística podemos percibir una Presencia, la unidad y la plenitud del Todo, pero la vía mística se expresa mediante el lenguaje simbólico –la ola es el mar–, no emplea conceptos “claros y bien diferenciados” sino aproximaciones intuitivas y sensibles: el Padre del hijo pródigo y el Juez del juicio final.

Estos símbolos nos permiten vislumbrar algo de la realidad, pero no podemos deducir de ellos una serie de consecuencias lógicas, porque los conceptos desde los que partimos sólo son aproximaciones a la realidad. Sólo podemos mantener los símbolos, aunque sean aparentemente opuestos, y equilibrarlos en los dos platillos de la balanza; sólo podemos armonizar estética –o éticamente– el blanco y el negro, la justicia con la misericordia. En esto puede enseñarnos mucho la cultura oriental.

Parecerá ironía si termino diciéndote que, para hablar de Dios, prefiero un lenguaje simbólico y abierto, que se comprende mejor con el corazón que con las disquisiciones intelectuales; que no certifica seguridad, pero que inspira confianza.

Jesús enseñó mediante parábolas, no mediante conceptos. Empleó un lenguaje didáctico y popular; incluso, a veces, para ser entendido por el pueblo, presentó parábolas en clave egoísta, contraria a su generosa entrega: comparó al Padre con un juez inicuo, y prometió una recompensa del ciento por uno hasta por un vaso de agua. Lo importante de la comunicación no es la impecable corrección de lo que tú dices, sino lo que el otro puede entender.

Para un cristiano, la mejor traducción del Dios eterno a nuestro lenguaje espaciotemporal es la vida de Jesús –su vida más aún que sus enseñanzas– que nos narran los evangelios sinópticos. Todo lo demás son interpretaciones lícitas –incluso necesarias para muchos de nosotros– pero que no deberíamos tomarnos demasiado en serio

9 comentarios

  • Leo esto 8 años después de haberse escrito… Y lo relaciono con algo que he leído más recientemente…
    No sé si a alguien le servirá… pero aquí lo dejo:
    18Parafraseando al Maestro Eckhart, podría decirse que una cosa es Deus (el “Dios pensado” –construido por la mente humana– al que se dirige la persona religiosa y al que niega el ateo) y otra es Deitas (la Divinidad inefable, que puede ser vivida pero no pensada, y que constituye el Fondo de todo lo que es y somos).

    (La cita se encuentra en la nota 2 de la página 17, del libro de Enrique Martinez Lozano, “Psicología Transpersonal para la vida cotidiana”)
    Ignorantes, como somos, hemos construído un “Dios” antropomorfo, a nuestra imagen y semejanza, pensando que somos el centro de la vida y la perfección … y no somos más que unos ignorantes.

  • Juanel

     
    Más que la contradicción, el sí pero no, el balbuceo del lenguaje o abiertamente simbólico que apunta a un no sé qué más allá de lo que se dice, prefiero con respecto a Dios el silencio respetuoso y expectante.

  • Sergio Zalba

    Gracias Gonzalo!.  Siempre tan claro.

  • m. pilar

    Copio:

    …“Interpretación de interpretaciones, y todo interpretación”

    De acuerdo; cuando se habla de “dios” es  un reflejo de nuestro deseo, mirada, esperanza…
    Esto no es bueno para crecer y comprender la grandeza que cada ser lleva gravado en sus entrañas;  porque si lo conociera… podría llegar a conquistarlo.

    “Su humanidad en plenitud… contando con cuanto nos rodea y sobre todo, con cuanto estamos dispuestos a poner en el “asador” de nuestro vivir”.

    La persona se va realizando, según va comprendiendo, por donde camina el buen uso y el sentido común de nuestra vida… hacia esa “plenitud” que nos llama de alguna manera, nos impulsa y nos va… desnudando de todos los temores, deseos obtusos, y seguimientos.
    Así, no deja que entremos en el meollo de nuestro ser.

    mª pilar

  • Abdelmumin

    El orden de la presentación del artículo está invertido. Primero fue el tio y luego el sobrino. Y el sobrino tiene un nombre además de ser sobrino de Gonzalo Haya.

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