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El sueño despierto

Arregi“Sueño” es una palabra muy hermosa, y puede significar muchas cosas, incluso contrarias: somnolencia o pasión, quimera o realidad, engaño o profecía. Hay sueños que angustian y sueños que alegran, sueños que adormecen y sueños que animan. A veces soñamos dormidos, y a veces soñamos despiertos, y muchas veces no sabemos por qué soñamos lo que soñamos. Pero seguimos soñando.

Los sueños sueños son, pero también sucede que los sueños se hagan realidad. Hay sueños que han de hacerse realidad. Incluso podemos decir que nacimos de un sueño, o que somos un sueño aun no despierto del todo.

Así entiendo el mito del Génesis sobre el sueño de Adán del que nació Eva, o la vida. Adán se sentía solo, se nos dice en el relato. “Entonces, el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía le sacó una costilla y llenó el hueco con carne. Después, de la costilla que había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. Entonces, éste exclamó: ‘Ahora sí; esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne’ ” (Gn 2,21-23).

El mito bíblico supone que primero fue creado el varón, pues, aunque “Adán” significa “ser humano”, es también, según el relato, el nombre propio del primer varón. Pero dejemos de lado la afirmación de que primero fuera creado el varón y la mujer después, a partir del varón y subordinado a él. No es más que un reflejo más de la antigua –y aún actual– cultura patriarcal que da primacía al varón y posterga a la mujer. Quedémonos con lo esencial del texto, que tal vez tiene mucho que ver con la esperanza y que la puede estimular.

Hemos nacido del sueño: Eva del sueño de Adán, Adán del sueño de Eva. Adán se siente solo sin Eva, y no hay esperanza en soledad, sin compañía, o sin sueño. Dios le hace, pues, caer en un profundo sueño y de su costilla, mientras duerme, crea a Eva. O de la costilla de ésta, mientras duerme –aunque el texto no diga esto–,  crea al hombre. Hemos nacido del sueño, somos hijos e hijas del sueño. Somos el sueño de alguien y estamos llamados a engendrar a alguien con nuestro mejor sueño.

El sueño fecundo de Adán y de Eva puede ser entendido como metáfora del mundo profundo del deseo o de la transcendencia, del mundo simbólico o espiritual. Todas las criaturas somos seres finitos habitados por un deseo más grande, un dinamismo infinito, una posibilidad abierta. Que hemos nacido del sueño quiere decir que hemos nacido para soñar en aquello que todavía no es pero puede ser, en aquello que aún no somos pero podemos llegar a ser.

¿Pero de qué sirve soñar? Sirve para vivir despiertos. El sueño nos impide quedarnos dormidos. El sueño nos mantiene despiertos. El sueño nos lleva a soñar sueños despiertos. Y los sueños despiertos alumbran utopías.

¿Y para qué las utopías, si nunca se han realizado? Es que las utopías, como ha escrito E. Galeano, no son para que las realicemos, sino para que sepamos hacia dónde debemos dirigirnos. “Utopía” significa “no-lugar” (uk-topos), pues no existe en ninguna parte, ni tal vez existirá. El camino mismo es la meta principal, y el horizonte que nunca alcanzamos nos indica la dirección del camino. Lo mismo sucede con las utopías.

El sueño nos despierta, nos mantiene despiertos, es decir, caminando en la buena dirección. Nacidos del sueño, seguimos soñando, tenemos un horizonte y vamos marchando hacia él. No pretendemos alcanzarlo, pero solo si caminamos en la dirección adecuada nuestra vida será lo que es, merecerá la pena, en el camino hallaremos la dicha. Y tal vez llegaremos a pequeñas metas que nos animarán a seguir adelante.

“Utopía” puede significar también “buen lugar” (eu-topos). Caminar con dirección es ya un buen lugar, y caminando así llegamos sin cesar a infinidad de buenos lugares que hacen la vida estimulante y buena. “No hay programa más movilizador que el de una buena utopía. Sobre todo si es necesaria” (José Vidal Beneyto).

Despertemos del sueño o despertemos sueños. Mantener el sueño despierto y seguir caminando hacia la utopía: eso es vivir en esperanza. “Somos criaturas esperanzadas” (E. Bloch). Esa esperanza nos da aliento, respiro, y el respiro nos permite ponernos en pie y seguir adelante, aunque no lleguemos. La esperanza nos permite respirar y espirar, respirar y espirar una y otra vez, y así dilatar el corazón, sentirnos unidos a la respiración universal del Espíritu en toda la creación.

Para orar: “Obrim camins”

Obrim camins a l’esperança,
Obrim camins sense tardança,
Obrim camins que el món avança,
Obrim camins ara mateix!

Obrim camins per a un món jove,
Obrim camins ara que és l’hora,
Obrim camins i via fora!
Obrim camins ara mateix!

Obrim camins, Crist ens espera,
Obrim camins, i ens allibera,
Obrim camins en primavera,
Obrim camins ara maiteix!

Obrim camins a cops de vida,
“obrim camins” es nostra crida,
Obrim camins de joia i vida,
Obrim camins ara mateix!

(Església de Menorca, Cantoral Diocesá)

19 comentarios

  • Juanel

     
    Gracias Ana por darme la bienvenida tras meses de silencio. Un saludo afectuoso. Yo no sé nada de cuestiones de lengua o lingüística, pero me parece razonable lo que dices de que el lenguaje es dinámico y si éste no atendía a las cuestiones de género, por el ninguneo hacia las mujeres, sin duda debe hacerse aunque resulte un esfuerzo. Pero por otro lado, resulta un engorro que complica la escritura por el mal uso que tenemos del neutro o nombres genéricos. Me recuerda el humor en la película “la vida de Brian” cuando sentados en unas gradas hablan de partidos políticos y sus propuestas reivindicativas, a cada propuesta que hacían el disidente corregía y detenía el discurso añadiendo “y las mujeres”.
     
     
    En cuanto a la revelación, si se reduce a la revelación de Dios en Cristo, entonces es de cajón que es una cuestión que queda en el ámbito del creyente cristiano. Sin embargo, yo no me atrevería a negar la posibilidad de revelación para aquellos no cristianos, incluso a los no religiosos. Con ello no pretendo decir que la revelación sea universal, es decir, propio de lo humano, de tod*s los que formamos parte de la humanidad, por que carezco de datos para poder generalizar; pero sí me atrevería a decir que la revelación se da cuando una persona “cae en la cuenta” o le resulta evidente algo sobre Dios. Mi Dios es un Dios para toda la humanidad y por tanto cualquiera que sea la persona, si quiere acercarse con sinceridad y verdad a Dios, podrá hacerlo y Dios lo acogerá y se le revelará. Es cierto, que hay que tener sumo cuidado con lo que una persona cree que le ha sido revelado, sin contrastarlo con la de los demás en plan fundamentalista, algo así como “Dios me ha hablado y tengo la verdad”. Es que yo no creo que Dios le hable a nadie, ni revele verdades o conocimiento, sino acogida y acompañamiento, que no es lo mismo.
     
     
    Pero teniendo en cuenta lo anterior, para mí la revelación no es algo que viene de lo alto, de la divinidad, como si fuese un fenómeno paranormal o sobrenatural, extraordinario o exático, sino algo de nuestro ámbito, algo tan natural, normal y humano como ese “caer en la cuenta”. Y para esto no es necesario proponer como hace Ludovico con erudición, una constitución del ser humano diferente a lo natural de nuestra especie biológica y a las funciones neuronales de nuestro cerebro originadas por la evolución cultural y humana.

  • Ludovico

    Estoy convencido Ana de que el tiempo corre a su favor y que pronto será una rareza, para muchos un arcaísmo, no separar los sexos en las expresiones.  No es cuestión de ponerle puertas al campo. Tampoco se trata de empecinamiento inmovilista. De Unamuno es también esta anécdota: cansado de que el corrector le enmendara la plana en las galeradas con la expresión habitual en artes gráficas (OJO!, llamada de atención para indicar fuente de error), lo tachó con energía y añadió OIDO! (porque la expresión oral también es criterio atendible).

    La Revelación sólo se admite a través de un acto de fe. Tiene usted toda la razón. Como la tiene en  lo de los preambula fidei.

  • ana rodrigo

    Primera parte
     
    Ludovico, nunca decepcionas en tus escritos en lo referente a la erudición de la que haces gala, y de los eruditos que siempre te ha rodeado.
     
    Un o una erudita no tiene que ser palabra de dios alguno, sino alguien que conoce algo de algo. Mi respeto a tu mujer y a su profesión, pero su asignatura es una de las más dinámicas y que más ha evolucionado y sigue evolucionando de todas las ciencias y saberes. Sólo hay que echarle un vistazo al castellano desde el latín, el griego o el árabe, pasando por las lenguas romance y demás derivadas, sin contar aquello que se le atribuye a Unamuno cuando le dijeron, eso no está en el diccionario, a lo que él respondió, “pues ya lo pondrán”.
     
    Cuando las mujeres no existían nada más que en el diccionario, y poco más, la necesidad de nombrarlas era inexistente. Cuando las mujeres nos hemos plantado en la visibilidad, hemos exigido que se nos nombre. Comprendo la dificultad en determinados casos, pero en otros como el término hombre como genérico, ya está suficientemente resuelto.
     
    Segunda parte.
     
    Respecto a la revelación, no es que me lo hayas aclarado mucho. La revelación de Dios en Jesús, es una cuestión de fe, no de raciocinio ni, como dices, empírico, y, por tanto, solamente válida para l@s creyentes como algo real-subjetivo. Por tanto la revelación no es un hecho universal, ni aceptado ni aceptable universalmente, sino es a título personal que, por muchos millones que estemos incluidos en la creencia, no por ello, lo convierte en empírico, aunque sí en razonable para quien así lo vive.
     
     No es el lugar para entrar en matices, que serían tantos como creyentes hay.

  • Ludovico

    Ana, mi mujer ha sido durante decenios profesora de lengua (y de filosofía). Fue antes periodista y directora de algunas publicaciones en los años efervescentes de la recién estrenada democracia. A través de ella conocí a Lidia Falcón, Victoria Sau y otras que pudiéramos encuadrar en el feminismo militante.  Tiene, sin embargo, muy claro que por hombre, de acuerdo con el contexto, no debe entenderse el varón, sino lo que Mosterín llamaría humán. Es decir, varón y mujer. En casa no está bien visto, porque se considera una incorrección gramatical, hablar de ellos y ellas cuando se habla de ambos. Se utiliza ellos. No creemos demasiado en la masculinización del lenguaje. Son, tómelo así si quiere, deformaciones profesionales.

    La Revelación es el mensaje cristiano como usted bien sabe.

    Pero su pregunta me permite una digresión personal. En un intercambio epistolar reciente con un viejo amigo (en la segunda mitad de los sesenta andamos los dos) sobre libros y lectura saqué a relucir el último libro de Patricia Churchland, que es una monista empedernida: sólo hay cerebro; la mente se reduce a estados neuronales y conexiones sinápticas. Le exponía yo las limitaciones de esa tesis, en mi opinión, y me respondió que a él Churchland le encantaba porque no creía ni en ángeles ni en demonios. Es la habitual defensa-ataque de quienes piensan que buscar algo más es caer en ensoñaciones. En esta partida de ajedrez le repuse que, puesto que me conocía desde hace tiemp0, sabe que tampoco creo yo en cuentos de hadas y que no me atribuya lo que él piensa que debe pensar el que no es monista.

    MI prevención contra todo lo que se aleja de lo real, de lo empírico no hace abdicar de algo que, aunque no es empírico, para mí es profundamente real: la Revelación de Dios en Cristo.

    No sé si he respondido.

  • ana rodrigo

    Ah, bienvenido Juanel.

  • ana rodrigo

    Ludovico, dices: “En el hombre, en sus ansias más profundas, en sus atavismos incluso, esa extensión se la ofrece la revelación. Que ni es mito ni es sueño”. Aparte de seguir utilizando el término hombre Incluidas o excluidas las mujeres), hablas de ansias profundas, atavismos, mitos, sueños y revelación. Todos los términos son conocidos y comprensibles, menos uno, por otra parte clave; me gustaría que explicases, como sólo tú sabes hacerlo, qué entiendes tú por revelación.

  • Juanel

     
    Los mitos sirven para lo que sirven. Llevarlos al lenguaje lógico o darles un significado literal no tiene ningún sentido. Hoy muchos mitos clásicos son usados en reflexiones o ensayos filosóficos, en la literatura, en el arte,… pero no es un lenguaje que pueda usarse en ciencia. Sacarle punta al mito de Adán y Eva como hace Wagensberg me parece interesante y con bastante sentido del humor al centrar el mito en el ombligo, (creo recordar haberlo leido en Babelia), pero el uso que le da aquí Jose Aregui me parece un despropósito. Para decirnos que del sueño (utópico) surge la vida debería habernos propuesto otro, los hay en abundancia.
     
    Sin embargo, no estoy de acuerdo con las reflexiones que lleva a Jorge Wagensberg a enfrentar ciencia, revelación y arte. Lo único que me aporta es la poca información teológica que manifiesta el autor en este escrito, pues toma la revelación desde el punto de vista del fundamentalismo que defiende la inerrancia bíblica por el literalismo de los textos.
     
    Pero ¿se puede usar aún el mito de Eva surgida de la costilla de Adán durante un sueño? Lo veo muy difícil a no ser que se use en un ambiente distendido o jocoso, como cuando un negro cuenta chistes de negros, una mariquita chistes de mariquitas, o una feminista chistes machistas, con todo mi respeto y afecto a los tres colectivos. Añado que no me gusta nada este tipo de humor, que afecta a colectivos que padecen las consecuencias discriminatorias. Este mito me resulta desagradable pues no me lleva a otra cosa que a siglos de dominación machista sostenida por el poder y apoyada por las tres religiones del Libro, desde una fuente común.
     
     
    Así como el “mito de la creación” del Génesis puedo re-interpretarlo, en el sentido de centrarlo en el origen del ser humano descubriéndose a sí mismo y a su entorno al despertar su conciencia, y quitando el centro de lo que se describe literalmente en el mito como origen del cosmos, en el “mito de la costilla de Adán” no encuentro la forma de interpretarlo de modo que me sea útil. Por mi manera de ser, que me siento casi obligado a re-interpretar todo cuanto dice mi creencia religiosa incluidos los dogmas, el Credo de Nicea-Costantinopla, etc., pues también me pasa con los textos bíblicos. Busco interpretaciones nuevas que aunque la IC no las haya confirmado tampoco las haya rechazado expresamente, de modo que hasta que no me diga que son erróneas, pues las puedo mantener porque me resultan útiles para mi fe. Pero en este mito de la costilla de Adán no se me ocurre ninguna. Adán como ser humano sin distinción de género, arquetipo original de la humanidad, y Eva como origen de la vida humana también sin distinción de género, como interpreta Aregui, no sé si me serviría para algo ni si asegura la disolución de la discriminación de la mujer con respecto al varón tan patente en este mito.

  • Ludovico

    Sueños de la razón, monstruos, utopías, Itacas, sueño REM, sueño y ensoñación… I have had a dream…

    Jorge Wagensberg, que es un termodinámico muy listo, sabe que la naturaleza ya es suficientemente ingeniosa para no abandonar la razón ni entregarse a quimeras. Hizo la tesis doctoral sobre sistemas termodinámicamente abiertos, en la línea que sistematizó Prigogine y que le valió el Nobel. (A Prigogine no a Wagensberg.) En esa línea convergen a menudo conceptos como los de caos, azar, etcétera. A los que la física intenta embridar. Al fin y a la postre no es poesía, sino ciencia.

    Pero la imaginación es necesaria en ciencia. En los jueves de Margalef, una reunión semanal que teníamos en el departamento de este científico irrepetible, Wagensberg se hizo cargo de modelizar el comportamiento del ecosistema bacteriano. De aquel magma de ideas y de muchas más salieron modelos sobre comportamientos complejos y redes que han tenido resonancia en revistas importantes. El propio Laín, que tenía un olfato finísimo, llegó a escribir refiriéndose a esos trabajos como una vía de conocimiento nueva: la de la modelización.

    El más decidido en abrir nuevos caminos era Wagensberg. Desde el Museo de la Ciencia ideó aquello de “prohibido no tocar”, para que los niños “palparan” la ciencia y perdieran el respeto al misterio. El sueño es a menudo una suerte de misterio. En los simposios que se organizaban al abrigo de la Caixa, de la que depende el Museo, el motivo central siempre tenía algo que ver con lo futuro, con lo nuevo, con la extensión del límite de la ciencia.

    En el hombre, en sus ansias más profundas, en sus atavismos incluso, esa extensión se la ofrece la revelación. Que ni es mito ni es sueño.

  • Javier Pelaez

    Quería decir:De nada,María Pilar…

  • Javier Pelaez

    De verdad,de nada…

  • Juanel

     
    José Arregui nos invita a tener y mantener el sueño utópico como orientación o guía, que marca la dirección del camino hacia el lugar donde quisiéramos estar. Apunta que el caminar hacia allí produce un sentido valioso a la vida, y yo estoy de acuerdo. Sin embargo, la experiencia de la historia del s.XX nos enseña precisamente el descrédito de las utopías, de las narraciones históricas con final feliz, de las ideologías. Pero una cosa es pretender implantar con impaciencia revolucionaria una utopía y otra es mantenerla como horizonte hacia donde queremos llegar en perspectiva última, definitiva.
     
     
    Sin duda yo mantengo una utopía última, definitiva, porque creo y confío en el triunfo final del bien en la historia humana. Y esto significa que paso a paso en el tiempo iremos poco a poco venciendo el mal y sufrimiento, la escasez e ignorancia, la esclavitud y humillación,……, la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Sí, yo creo que también venceremos la muerte en la historia. Pienso en ese día de la historia, quizás no demasiado lejano, en el que se alcanzará el punto de despegue humano hacia un mundo nuevo en el que todo el mal haya quedado atrás en el pasado de nuestra historia. No creo en sucesos mágicos ni milagrosos, ni en intervenciones directas de Dios para acabar el mundo antiguo cargado de males en catástrofe apocalíptica, para crear un mundo nuevo salido de su mano. Al contrario yo creo en la continuidad histórica, es decir, que seremos nosotros los seres humanos los que construiremos ese mundo nuevo. Incluso si se dieran catástrofes naturales o provocadas por inconsciencia o culpabilidad humana, yo creo que quedaría un resto capaz de continuar el proceso histórico hasta el triunfo final del bien. Al creer que el triunfo del bien es obra humana, la historia y el esfuerzo del ser humano realizado en su dirección adquieren un sentido, un valor, una fuerza de motivación e interés, de primer orden. Si a esto le añado mi creencia que Dios está con nosotros, acompañando e implicado en este proceso de la historia humana hacia el bien, mi confianza en ello se afianza.
     
     
    Además yo creo que ese mundo nuevo de bien, no es una cosa que afecte solo a la última generación humana, pues esto no me implicaría demasiado si yo y mis seres queridos no pudiésemos llegar a él. Pero si la última generación humana ha vencido además de todos los males también la muerte, significaría la resurrección para todos. Ellos sacarían o burlarían la muerte de sus seres queridos y éstos a los suyos, y así sucesivamente hacia atrás en la historia, con lo que la resurrección nos afectaría a todos. Por amor volveremos a la vida. Nos despertarán del coma justo en el instante previo a la muerte nuestros seres queridos ya resucitados y nos llevarán con ellos a su mundo.
     
     
    Si esta utopía maravillosa se diese, deduzco algunas consecuencias para el aquí y ahora: primero, que deberíamos vivir según las condiciones del Reino del Bien futuro que tenemos a las puertas (inmediatamente al entrar en el coma de muerte, en este caso burlada); segundo, que debería asegurarme que estoy colaborando en la construcción de esa utopía y no en su contra; tercero discernir que es lo que hoy en nuestro entorno y mundo se oponen a esa construcción y luchar contra ello.
     
     
    Hablanos de utopía ¿verdad? Pues ¿por qué no pensar en lo que a mí me gustaría que sucediese, que además me dé un sentido y valor a lo que voy haciendo, si encuentro posibilidades razonables de que podría suceder y no meras ilusiones imposibles?

  • m. pilar

    ¡Gracias Javier ¡genial!
    mª pilar

  • Javier Pelaez

    Antonio.es verdad que Wagensberg es un tío listo..

  • Antonio Duato

    Yo en lo de “soñar despierto”, seguir yendo hacia una Itaca a la que nunca se llega, esperar a pesar de los fracasos, estoy de acuerdo.

    Pero también con lo de Ana: hay mitos que no se pueden retorcer para que signifiquen lo contrario a lo que por los siglos han servido. Se puede pasar del sentido patriarcalista y buscar en el mito algo bueno, como hizo León Felipe en sus referencias a la arcilla y el viento, al barro…

    Lo del ombligo de Adán y el artículo de Wagensberg muy interesante.

  • Javier Pelaez

    Ana podrīa…

  • ana rodrigo

    ¿Podría ser: en vez del El ombligo de Adán, “Adán (el hombre) el ombligo”?

  • Javier Pelaez

     

    E

    En el territorio fronterizo donde se encuentran las tres grandes formas de conocimiento (ciencia, arte y revelación) florecen jugosas contradicciones. Basta pronunciar las palabras el ombligo de Adán para caer en la cuenta de una de ellas. Dios dicta la escena en el Génesis (revelación), Miguel Ángel la pinta en el techo de la Capilla Sixtina (arte) y así aparece Adán luciendo su ombligo, una cicatriz inevitable en todo humano nacido de madre (ciencia).

    El encargo es directo de Julio II a Miguel Ángel y quizá el artista llegara a murmurar una consulta al Papa sobre tan incómodo detalle: ¿lo pinto o no lo pinto? Y lo pintó. Pero la revelación divina no es compatible con su decisión de glorificar la belleza del cuerpo humano. Estamos en pleno Renacimiento, tiempos de sabios interdisciplinarios como Leonardo da Vinci, que fue pintor, escultor, científico, músico, arquitecto, ingeniero, filósofo, inventor, matemático… ¿Hubiera pintado Leonardo el ombligo? Pues también, probablemente. El mito de Adán y Eva es recurrente en la historia de la pintura, pero todos apuestan por el ombligo en flagrante contradicción con el Génesis: el renacentista alemán Albert Durero (1471-1528), el flamenco Hugo van der Goes (1440-1482), el pintor de la escuela veneciana Palma Vecchio (1480-1528), el precursor del barroco y manierista Jacopo Robusti Tintoretto (1518-1594); el holandés Martin van Heemskerck (1496-1574), el español Salvador Viniegra (1862-1902), el francés Claude Marie Dubufe (1790-1864), el ilustrador bíblico (!!) Jaques Joseph Tissot (1836-1902), el colombiano Fernando Botero (1932)… No hay excepciones significativas: Adán y Eva muestran ostentosamente sus ombligos a través de todas las épocas, culturas y tendencias.

    ¿Cuestión banal o relevante paradoja? ¿Merece la pena dedicar un segundo más a este asunto? La discusión entre teólogos se dilata durante siglos, pero los artistas no esperan para tomar partido, ni siquiera esperan a Darwin. La opción de Adán y Eva sin ombligo es inaceptable para el arte porque un cuerpo humano sin ombligo es levemente monstruoso, indigno representante de la humanidad entera. Pero la ausencia de ombligo inquieta también a los teólogos ¡y por similares razones!: un primer humano sin ombligo evoca la imperfección, un detalle que salpica el prestigio de perfección atribuido al Creador.

    La segunda opción es la universalmente adoptada: pintamos el ombligo, vale, pero ¿cómo hacer la vista gorda ante tamaño desafío a la inteligencia? Las justificaciones disponibles son a cual más hilarante: el primer humano fue creado con ombligo a) como una licencia estética (para no desentonar con el resto de la humanidad), b) para poner a prueba nuestra fe (es lo que piensan algunos creacionistas ante la evidencia del registro fósil), c) para medir nuestro margen de tolerancia frente a lo irracional… Sin embargo cualquiera de estas alternativas equivale a admitir que el Creador miente o bromea. Por lo tanto, la opción de Adán y Eva provistos de ombligo también es inaceptable desde el punto de vista teológico. Ahora bien, si no se puede aceptar el ombligo ni se puede aceptar el no ombligo, siempre queda la gödeliana alternativa de aceptar su indecidibilidad: la presencia del ombligo insinúa su ausencia y la ausencia del ombligo sugiere su presencia. No se trata de que el ombligo no esté ahí sino de que no se vea si está o no está. Esta solución se logra con una postura más o menos forzada del cuerpo o con ramas u hojas que, casual y causalmente, caen sobre la zona donde debería estar el ombligo. Después de todo tal es el socorrido recurso que usan algunos cursis para ocultar los genitales (a pesar de que en este caso nadie dude de que están allí). Pero esta tercera opción no deja de ser una solución innoble para un noble problema. El arte cumple aquí con la tarea de representar, de modo que representar la no representación también supone una contradicción artística.

    En síntesis, la presencia del ombligo de Adán en el arte plantea un singular desafío lógico: no vale A, no vale no A y tampoco vale ni A ni no A. Estamos atrapados: pintar a Adán con ombligo es contradecir la revelación, pintar a Adán sin ombligo es contradecir la ciencia y pintar a Adán con el ombligo oculto es contradecir el arte. El mito de Adán y Eva no logra zafarse pues de alguna clase de contradicción y nos obliga a elegir entre contradecir la ciencia, contradecir la revelación o contradecir el arte, fastidioso trilema. Los artistas han optado por salvar la coherencia de la ciencia y del arte en detrimento de la coherencia de la religión, curiosamente, aunque se diría que con el alivio cómplice y secreto de esta última. Después de todo, el conocimiento revelado nunca ha presumido de coherencia y para eso está el misterio. Sin embargo sorprende que el arte se haya aferrado a una solución única y que se le hayan pasado los siglos sin ver, en el ombligo de Adán y Eva, una oportunidad impagable para la originalidad, la innovación del lenguaje y la ironía.

    Jorge WagensbergEl ombligo de Adán, Babelia. El País, 31/08/2013

    Quería yo copiar este artículo que leí en su día para di vertimiento común…

  • ana rodrigo

    Como últimamente estoy siendo tan crítica con los escritos de Arregui, me estaba conteniendo en éste. Pero ya que Marian ha abierto la veda, voy a decir lo que pienso.
     
    En primer lugar, el tema de la costilla de Adán. Cuando un mito o una metáfora ha hecho tanto daño en la historia en favor del machismo, matriarcado y/o androcentrismo, ese mito o esa metáfora, hay que desecharla como referente para tratar algún tema en positivo. Ya sabemos que estos textos los escribieron hombres, y que su interpretación posterior, también la han hecho hombres barriendo para sus intereses de dominio para ellos y dependencia para las mujeres. Granito a granito se ha incrustado esta mentalidad, esta cultura y las conductas correspondientes en una sociedad que no avanza en igualdad como debiera.
     
    Y como las sociedades de todos los tiempos han sido gestadas y paridas por mentalidades masculinas, ahí tenemos el resultado: la sociedad hija del machismo, es machista. Si partimos de la tesis de que es el hombre (una cotilla suya) el origen de la mujer, lo demás está servido. Los textos de hace tantos siglos, se los analiza, estudia y contextualiza en aquella época, pero no sirven para ésta, ni haciendo la exégesis correspondiente.
     

    Un tema como la utopía puede afrontarse desde muchos puntos de partida, y Arregui ha elegido éste, pienso que equivocadamente. Sí ya sé que habrá quien pensará que mi opinión es muy exagerada o puntillosa. Respeto esas opiniones, pero hay que ir desechando aquello que, como digo, ha tenido tantas y tan nefastas consecuencias para una sociedad pensada, gestada y hecha a la medida de hombres y para los hombres. Y, no digamos una iglesia masculinizada al cien por cien.

  • marian

    Muy bien José.  Así que propones un camino hacia la utopía, que ya sabemos de antemano que efectivamente es utopía. Bueno, es bien triste. Un camino hacia lo que no existe. Dime, es posible que sea éste nuestro destino ?. No me consuela nada el soñar mientras camino. Quiero que haya algo al final.
    Por otro lado José, ya estoy harta del dichoso mito de la costilla.  Hay dos versiones. Por qué escogeis siempre ésta?. Ya está bien ! : “hombre y mujer los creó”, ni sueños masculinos, ni nada. aunque te venga bien para el artículo por otro lado muy bonito y poético. Soñaremos José…. soñaremos. Pero, qué triste.

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